domingo, 31 de marzo de 2013

EL JUDAS


Acabo de ver, con cierta inquietud, los resultados provisionales de una encuesta en marcha por la que se deduce un generalizado pesimismo entre los participantes a propósito del futuro de su pueblo. Tanto es así que un ochenta y seis por ciento auguran un devenir desalentador, frente a un escaso catorce por ciento que parece verlo más halagüeño.

Ayer, pude participar como espectador de una muestra cultural a la que acredito el valor de lo espectacular, tanto por el impecable desarrollo de todo el evento como por la excelente tarea de preparación y diseño previo que sin duda lo ha precedido. Una ingente cantidad de ciudadanos locales, que superaba los doscientos cincuenta participantes, pusieron un año más en escena la ya famosa quema de “El Judas” en la localidad de Villadiego.

A todo el desarrollo asistí entre perplejo y entusiasmado. Mi condición de oriundo y el afán por ser optimista, me permite llegar a la conclusión de que mi pueblo está entre ese reducido catorce por ciento que ayer puso otra pica en Flandes. Había mucha dedicación, mucho esfuerzo de programación y diseño y un evidente fervor por recuperar una tradición dormida que ha sido avivada con todo el esplendor de un trabajo bien hecho. Todo ello es impensable en una villa en trance de extinción. Así que cualquier valoración al caso no viene a cuento. Ese es mi entusiasmo.



A las seis de la tarde, con puntualidad encomiable, la plaza de la villa se llena de color y sones militares interpretados por la excelente Agrupación Musical del municipio. Es el impecable desfile de tropas que se alinean marcialmente delante de los soportales doblados a las órdenes del Rey; un numeroso grupo de miñones, no menos airosos, pertrechados con toda suerte de aperos y algunos trabucos prestos a ser utilizados en función del desenlace y, finalmente, otro grupo de aldeanos que llegan con el propósito de litigar en beneficio del Judas.





Son grupos de soldados de época, ataviados con exquisita galanura y fidelidad a los orígenes del uniforme; miñones a la gresca para reivindicar imposibles; pueblo llano unido en la defensa del traidor y un Judas cargado con los despropósitos y calamidades acumulados a lo largo del año en la villa son los protagonistas del contencioso que va a desencadenar una guerra sin cuartel para, finalmente, ser capturado, juzgado y castigado con todo el rigor.


Finalmente el Rey y sus cortesanos hacen acto de presencia, pasan revista a las tropas sin que puedan descubrir un sólo botón mal anudado e ignoran a los miñones que se sienten maltratados por el desaire y vociferan enfurecidos. Posteriormente, el cabecilla de estos últimos, plantea al monarca una serie de reivindicaciones que por peregrinas y descabelladas son definitivamente rechazadas. Y surge lo que parece inevitable; la declaración de guerra sin cuartel.


Los airados miñones y los aldeanos huyen y se atrincheran en el alto la Riba a la espera de un previsible ataque de las fuerzas reales que llegan tras ellos en perfecta formación. Tras un breve y último parlamento entre los disidentes y los ejércitos reales se desvanece un posible acuerdo y comienzan las hostilidades. De un lado, miñones y aldeanos defienden su posición en la cima del altozano; frente a ellos y al pie de la ladera se sitúan los dos ejércitos reales y comienza la batalla. Con bajas por ambos lados, los heridos, unos y otros, son valerosamente atendidos por el cuerpo de enfermeras entre el espectáculo dantesco de una batalla "real", con botes de humo y descargas de artificio que se hace presente con estrépito. Por último, entre tomas y dacas, el combate se inclina a favor del rey y el Judas es capturado y conducido a la Plaza Mayor en donde se ha de desarrollar el juicio Real y el veredicto definitivo.






El preso permanece en la mazmorra y protagonistas y visitantes disfrutan de la hospitalidad de la villa. Y, bajo los amplios soportales que cobijan a propios y forasteros de la renacida lluvia de los últimos días, consumen un excelente aperitivo en el que aparecen, cómo no, la exquisita morcilla local, el chorizo acuñado para la fiesta y el queso de la tierra regado todo con excelente vino tinto. Todo ello servido por las cantineras del evento bélico con la elegancia y el donaire propios de la mujer castellana.

Después del respiro gastronómico, se inicia el juicio. Con intervenciones de fiscal y defensa, coreadas con reprobaciones y gritos de injusticia por miñones y aldeanos, el veredicto de culpabilidad se firma y el reo será colgado y quemado en la hoguera a las veintiuna horas de la tarde. Llegado el momento, el monigote se convierte en ascuas y termina convertido en cenizas humeantes sobre las que los asistentes añaden grabados con imágenes del ajusticiado que estimulan el fuego de las últimas llamas.


Inmediatamente, en la plaza surge el sobresalto y bulle de entusiasmo. Desde todos los rincones aparecen personajes demoníacos rodeados de fuego y espanto que danzan por doquier y hacen las delicias de la concurrencia. Los fuegos de artificio, ubicados estratégicamente, se unen al pasmo y la plaza arde en color, explosiones y delirio. A ello se unen el redoble de tambores que completan “el infernal” epílogo del evento que, en un recorrido calle por calle y plaza por plaza de la villa siembran el desenfado, la alegría y la más atronadora perplejidad. Así dan fin a una representación que atrae a propios y extraños con el sabor de lo bien hecho. Un espectáculo, en fin, que rebela el valor del empeño, la tenacidad y el entusiasmo por una idea que dignifica a todos los protagonistas. Con estos ingredientes la villa en que nací tiene garantizado un espléndido futuro.




Mi más cordial enhorabuena a todos y cada uno de los participantes, cualquiera que sea su nivel de colaboración y, cómo no, a las autoridades que han sabido dar cauce a la inquietud de los vecinos por recuperar tan espectacular tradición.
Eduardo García (Vivi)





















martes, 19 de marzo de 2013

INMIGRACIÓN ORIENTAL

Supongo que no es difícil entender lo que significa para un maestro de escuela dedicar su actividad docente en estos azarosos tiempos educativos y considerar el fenómeno de la inmigración como un reto añadido a las muchas dificultades a superar. Porque iniciado el curso escolar y descubrir con cierta desazón la presencia de alumnos de varias etnias, lenguas y orígenes culturales distintos, significa un reto añadido a la cuestionada autoridad del profesor, sometido a las veleidades de la tolerancia mal interpretada, y, a menudo, al acoso más intolerante.

De cualquier manera, el maestro, autodidacta por vocación, siempre encontrará recursos y estrategias que le permitan salir airoso del lance. La experiencia real que voy a proponer ya no es novedad para ningún colega pero lo fue en la década de los primeros años noventa.



Dos niñas encantadoras con edades de nueve y once años acaban de llegar de China y figuran en la relación que la secretaría del centro proporciona a los tutores de cuarto y quinto curso de Primaria. Acaban de entrar por primera vez en el aula y el silencio, milagrosamente en esta ocasión, se apodera de la clase que las observa entre sorprendida y fascinada. Los ojos de las niñas muestran también una cierta perplejidad, no exenta de recelo, mientras se sienten contempladas a su pesar. Cada tutor, con la indecisión que supone recibir una alumna a la que ni siquiera los gestos son capaces de mostrar una elocuente reacción de bienvenida, inicia un proceso mental en busca del qué, cómo y cuándo de su especial cometido educador para con ellas. Porque las altas esferas ideológicas de la metodología y el diseño programático no habían contado aun con esta posibilidad, entretenidas siempre en la tarea de elaborar nuevos planes de estudio que anulen a los anteriores.

Es el maestro el primer eslabón del engranaje escolar el que habrá de resolver el problema en el que nadie ha pensado. Y con leyes y sin leyes seguirá siendo lo que siempre ha sido. Docente convicto que conoce los resortes del aprendizaje y sabe ser tradicional y utilizar la novedad cuando esta sea un complemento impreascindible.


Ambas chinitas necesitan integrarse en sus grupos con celeridad y para ello el manejo del idioma al que acaban de incorporarse ha de ponerse a su disposición de inmediato. La primera y principal de las fórmulas ya funciona en la relación con los niños de su clase que se convierten en camaradas y tutores coloquiales entusiasmados. En el seno del equipo directivo del centro, se arbitra la fórmula más acorde para proporcionar a las alumnas un contacto personal con el castellano. Y será el profesor de inglés quien acomode metodologías y estrategias, ya programadas para este idioma, que se prevén adecuadas para la nueva situación docente.


El material didáctico disponible se reduce a las denominadas “flash cards” y un nuevo sistema incorporado al aprendizaje del inglés, y habilitado para este caso, denominado TPR (Total Phisical Response – respuesta física total) que permite la interpretación y desarrollo de toda clase de instrucciones por parte del alumno. Con ello también manejan vocabulario integrado en frases sencillas que finalmente completan párrafos más amplios.

Curiosamente, ni siquiera en la embajada china disponen de un diccionario chino-español ni proporcionan referencia alguna para obtenerlo. Tampoco dicen conocer material didáctico que facilite la tarea de enseñar su idioma y no parece existir en aquel momento publicación o recurso que facilite la tarea. Finalmente, los contactos del profesor consiguen recibir de los Estados Unidos el anhelado diccionario, si bien como bilingüe chino-inglés/inglés-chino, lo cual es, al fin y al cabo, un alivio transitorio.

    
No obstante, el entusiasmo de las niñas se desborda e ilusionadas con su progreso consiguen en pocas semanas cierta soltura en la comunicación oral y las habilidades de lecto-escritura. Todo el primer trimestre del curso desemboca en un éxito que sorprende al profesor y que es el resultado del increíble interés que han mostrado en el aprendizaje. Tan es así, que en el acto festivo anual de la Navidad participan como dúo para cantar la más burgalesa de las canciones; los “Gigantones” salen de sus labios en un castellano perfecto y el abarrotado salón repleto de alumnos, gratamente sorprendidos, se incorpora a la interpretación, se añaden a ellas y el final termina con un estruendoso y multitudinario aplauso que las niñas reciben especialmente sorprendidas de tan inesperado éxito. 

El profesor que las atiende se ha hecho el firme propósito de conseguir que la erre sonora no sea el hándicap tradicional e insuperable de los orientales y los tres se proponen conseguir su correcta pronunciación. Y en pocos días sale la erre de perro, y de parra, y de carreta, y de rabo, y de roto...,  con una sonoridad que convierte su semblante en la imagen más elocuente y espontánea de su auto-confianza  El resto del curso escolar continúa mostrando nuevas aportaciones, -lúdicas siempre que el proceso de aprendizaje lo demande-, y, entre ellas, el manejo de los ordenadores se convierte en la máquina perfecta para asimilar conceptos gramaticales. El sistema facilita también la lectura comprensiva con textos y grabados que, a través de contenidos conocidos reproducen situaciones habituales del día a día, estimulan el aprendizaje y facilitan la comprensión.  

viernes, 15 de marzo de 2013

JOAQUÍN DÍAZ Y LA CORAL DE CÁMARA “SAN ESTEBAN”



El año 1978 inicié la más apasionante aventura musical con mi incorporación a la Coral de Cámara “SAN ESTEBAN” de Burgos. Era entonces un grupo coral con breve pero intensa trayectoria y un prestigio suficiente como para conseguir que Joaquín Díaz pusiera sus ojos y oídos en ella. La calidad interpretativa del grupo, en relación con la Música Renacentista (Siglos XV y XVI), y con especial referencia al compositor Juan del Enzina, significó para nuestro grupo que el músico y folclorista español llevara a cabo tres proyectos de grabación en los que tuve el honor y el placer de participar. De aquellas experiencias nacieron mi devoción por la música coral y los grandes compositores renacentistas junto mi especial admiración y respeto hacia el hombre que ha hecho posible el rescate de gran parte de nuestra cultura tradicional castellana en situación de olvido e incuria.

Vaya esta referencia en este blog como personal homenaje y muestra de la mucha estima y respeto que me merece su caballerosidad y su obra. 








El primero de ellos fue un LP monográfico dedicado al mencionado compositor poeta, músico y autor teatral del Prerrenacimiento español en la época de los Reyes Católicos. La grabación se llevó a cabo en el mes de abril de 1979 en el templo burgalés de San Nicolás con el título de MÚSICA CASTELLANA EN JUAN DEL ENZINA y fue la primera y especialmente grata experiencia. La segunda fue dedicada a ROMANCES DEL RENACIMIENTO y finalmente la última una recuperación de DOS MISAS TADICIONALES (Misa de Pastores y Misa de Simeón). Las tres dirigidas por Juan José Rodríguez Villarroel y producidas por Joaquín Díaz. 



Imágenes durante la grabación del primer LP monográfico (Abril 1979)

De aquella experiencia surgió un relación de mutua amistad fruto de la admiración, respeto y estima que suscitó su carácter cercano y afable. De manera que cualquier acto de reconocimiento a su labor como músico folclorista español, significa para todos nosotros un especial motivo de alegría y orgullo. Para su ingente obra dedicada al estudio y divulgación de la cultura tradicional, especialmente de la comunidad de Castilla y León, es una referencia definitiva para el estudio y disfrute de toda suerte de tradiciones que configuran el acervo tradicional de la región. 

En la actualidad es Catedrático de Estudios de la Tradición en la Universidad de Valladolid y académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, con sede en Valladolid, de la que fue presidente. 

En el año 2005, fue nombrado doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid. En el año 2008 recibió el Premio de Honor a toda una vida de la Academia de la Música en España. El pasado día 10 de Noviembre de 2012 recibió en la localidad de Villadiego (Burgos) LA CALZA que la Asociación Cultural de la villa "LAS CALZAS" otorga a las personas que se hayan distinguido por su labor Cultural, Científica o Social.

Finalmente, el pasado sábado 16 de marzo/2013 El Comité de Folclore Ciudad de Burgos entregó al folclorista zamorano el Premio Nacional "Federico Olmeda de las Artes Tradicionales", con emotivo acto celebrado en el antiguo Conservatorio de Música de Las Bernardas  de Burgos.
Eduardo García Saiz

miércoles, 13 de marzo de 2013

LO QUE VA DE AYER A HOY


Hoy he recibido uno de esos enlaces que, entre la curiosidad y la nostalgia, le dejan a uno con el ánimo lleno de emociones y gratos recuerdos. Ha sido como en una de esas proyecciones por la que desfilan, en secuencias llenas de ternura, momentos del ayer repletos de recuerdos que son retazos de una vida entre gris y dorada compartida en familia. Nunca han sido del todo olvidados porque para eso está la memoria remota. Son eslabones de una cadena de costumbres en tiempos en los que la sociedad del bienestar no era ni siquiera una utopía. Era un vivir con el coraje de avanzar a toda costa y, aunque sometidos a toda clase de privaciones, el ingenio y la voluntad férrea de sobrevivir convertía en habitual y sencillo lo que ahora parece un submundo de privaciones insuperables.

                                    



Cortometraje realizado para el II Festival Ecológico "La Luciérnaga Fundida". Nos muestra la diferencia de huella ecológica entre generaciones, buscando que nos cuestionemos cómo será nuestra huella.Avancemos hacia el futuro, pero aprendiendo del pasado.








UN ACOSO LADINO

Probablemente suene a exagerado lo de ladino pero es una interpretación tan personal como el rechazo que me produce semejante persecución. Desde luego no voy a revelar nada que mis amigos del blog no hayan soportado o estén sufriendo como yo, de manera que lo mío no es nada original.

Conocidos son todos los operadores telefónicos que se disputan permanentemente el botín de nuestros humildes contratos para engordar sus cuentas de resultados. Y conocido es también el acoso a que estamos sometidos todos los mortales, al menos los celtíberos, para conseguir el arrimo de nuestra ascua a la sardina de los suministros de la luz y el gas. 

Pues bien, y conste que algunas llamadas las llevo contadas, -ya conocen los amigos mi pasión por el coleccionismo-, voy por la número 25 en el teléfono y más o menos otras tantas llamadas a la puerta de casa en lo que va de año para la luz y el gas. Sin embargo, he conseguido resolver la retahíla de la locutora del teléfono con un ardid que, de momento, ha funcionado cabalmente. De modo que -en la voz más queda que he podido- transmito que no es un buen momento para escuchar con la deferencia que su interés merece porque me hallo en la consulta médica. Inmediatamente, insisto en que me acaba de llamar la enfermera y con la promesa de atender su oferta en otro momento más propicio me voy a la ducha, que es lo mío a estas horas tempraneras de la mañana. 


Probablemente surgirá la llamada número 26 en un par de horas y tendré que renovar mi respuesta con una nueva argucia o quizá, la escuche atentamente para decirle que agradezco su oferta pero que ya estoy servido como en realidad sucede. Erre que erre, sin embargo, me preguntará por mi servidor de internet, ADSL y los megas esos, por la cuota que pago, por la calidad del servicio que recibo, por la atención al cliente, por si tengo antivirus incluido en mi contrato… y terminará por decirme que, todo eso y más, me lo ofrecen en inigualables condiciones. Todo ello dicho a una velocidad arrolladora y con un delicioso acento de ¿Nicaragua?, o, al menos, de la querida Hispanoamérica.

Entiendo que alguien piense en mi falta de cordialidad para quien se gana los garbanzos a fuerza de facundia y no le quito la razón. Sin embargo, y en mi descargo, tengo que añadir que he establecido un límite para mis atenciones de cortesía y que ha sido ya superado notablemente. La llamada número 25 me ha dejado al borde de un ataque de nervios, como a las chicas Almodóvar, y hoy me he armado de valor para que, sin hacer uso de mi habitual cortesía, termináramos de buenas maneras, y sin exabruptos –que es algo que alguien me ha aconsejado y que no cuadra con mi estilo-. 

De la luz y el gas he recibido tantas visitas diarias y llamadas que he perdido la cuenta. Todo con el generoso propósito de mermar mi cuota de abonado.

martes, 12 de marzo de 2013

POWER POINT


Generalmente disfruto con los archivos que mis contactos me envían mediante los que descubro las maravillas, a través de la fotografía, de lugares espectaculares y exóticos; ciudades, espacios naturales, fauna y flora exuberante, arqueología, industria, medicina, etc... En otros momentos son vídeos musicales que van, desde el ingenio de algunos intérpretes increíbles a las grandes masas corales que convierten sus interpretaciones en auténticas hazañas multitudinarias; otras que permiten descubrir exquisitas habilidades en la infancia más precoz arrancando a una guitarra el duende de una cultura en las antípodas; no faltan tampoco imágenes para el humor, para el cuidado de la salud, para alimentar añoranzas de todo tipo y, junto a estas, toda una suerte de archivos para la meditación y el sosiego…


Pero no es de esto de lo que quiero hablar  sino de mi propia experiencia como aficionado a coleccionar toda suerte de eventos familiares, culturales o festivos acumulando imágenes en mis propias presentaciones de Power Point. El proceso no es complicado, tiene sus encantos, es un excelente entretenimiento y el resultado suele ser gratificante. 

Sin embargo, no hay esfuerzo en esta vida que no tenga su lado espinoso y en este caso también lo hay. Coleccionar una serie de imágenes y mostrarlas secuenciadas con efectos preestablecidos por el programa no plantea gran dificultad. El tema tiene que ver con la integración de un fondo musical que haga la presentación más atractiva. Y aquí está el meollo. El programa no admite nada más que un determinado tipo de archivos (WAV) y en ningún caso los más modernos MP3 o MP4. Significa que habrá que reconvertir estos para lo que hay una ingente cantidad de programas que lo consiguen en pocos minutos. Por otro lado se hace imprescindible encontrar uno que no aumente las dimensiones del original porque el resultado final será un desastre. Semejante fiasco impide el envío a los destinatarios porque los servidores establecen un límite de "peso" en MB que no se puede superar y rechazan el correo abusivo.

Pues bien. Andaba yo a la busca y captura de un programa capaz de hacer el milagro y con ello ha comenzado mi calvario. Los hay gratuitos, hasta que los instalas y descubres que sólo es de momento y en condiciones leoninas. Además de venir cargados con una serie de tentáculos capaces de ahogar la más decidida cautela. Y sigues hurgando en las entrañas de la red buscando el adecuado y al final lo encuentras. ¡Eureka!, ya está. Satisfecho con la hazaña arqueológica, enseguida descubres que, desgraciadamente, la mayoría de sus predecesores han dejado su tarjeta de presentación y te han dejado el PC hecho unos zorros. Ni el mejor antivirus, ni los antibióticos más agresivos, ni la más imaginativa argucia consiguen expulsar a los intrusos de su festín. Vuelta a buscar, ahora a través de páginas, supuestamente sin trampa ni cartón, para conseguir lo imposible, recuperar la normalidad.


¿Que qué pretendo decir con toda esta perorata? Pues que frente a todas las incuestionables ventajas del Internet, hay un espacio para el fraude que nada tiene que ver con las “hazañas” de los hackers y mucho con el afán de atrapar a los ingenuos, como es el caso, haciéndoles pensar que todo el monte es orégano. Y ni siquiera son aliagas para el fuego. Es una cadena de enlaces que comienzan con la primera inmersión para atraparle a uno y siempre hay quien promete desfacer el entuerto del anterior para sustituirlo por el suyo. Y así, hasta el infinito.

Sí, sí. Ya sé que hay que ser cauto  y procurar leer la letra pequeña como en los contratos inmorales. Y la leo y desactivo todo aquello que acompaña al programa elegido pero, aun así, la inventiva del tramposo es superior a mis cautelas.

Afortunadamente uno tiene su personal asesor con experiencia y años de vuelo que me cubre las espaldas y me resuelve cada problema tan rápida como eficazmente. Desde aquí le mando la más alborozada de mis estimas. Y al resto de visitantes que pierden su tiempo leyéndome, les aconsejo todas las prevenciones y, desde luego, con el cinturón abrochado.  


jueves, 7 de marzo de 2013

EL GRILLO INTEMPESTIVO

...De la habitación de mis padres tengo uno de los recuerdos más divertidos de mi niñez. Yo nunca he sido proclive a invadir la intimidad de los animalillos, y menos aún a manosearlos como ya se habrá notado. Entre otras razones porque siempre me han inspirado una mezcla de respeto y recelo y, desde luego, repelús. Pero en aquella primavera, quizá del 48, olvidé mis remilgos y me llené de audacia para capturar un grillo. Antes le había fabricado una decorosa estancia en un bote de tomate agujereado. Provisto de las más frescas hojas de lechuga que encontré en la cocina y firmemente decidido a capturarlo, me dirigí al Prado de las Monjas en donde los conciertos de estos ortópteros eran especialmente nutridos. Haciendo de tripas corazón y lleno de sigilo, me acerqué al primer agujero escondido entre la hierba. Con una larga pajita y una gran dosis de paciencia conseguí que el insecto saliera y, cuando lo hizo, tan raudo como pude taponé la entrada usando el fondo del bote. El grillo y yo estábamos allí y no sé quien de los dos más sobresaltado. Con toda la pericia de que era capaz, y sin tocarle, conseguí meterlo en el envase. Concluida semejante hazaña regresé eufórico a casa y lo coloqué en el borde interior de la ventana de la habitación de mis padres. Seguramente para impedir posibles escamoteos de mis hermanos, ya experimentados pescadores de ranas a las que capturaban con grillos como principal señuelo según he dicho. Y el mío, después de semejante alarde, debía de ser protegido a toda costa. 



Después de aquella gloriosa tarde primaveral, llegó la noche no menos agradable y serena y con ella la hora del sueño. Todos nos acostamos olvidados del grillo que permanecía acaso agazapado en el bote o quizá rebosante de felicidad después del hartazgo de lechuga que yo le había dedicado. Probablemente lo segundo porque unos instantes después de iniciar toda la familia el sueño, comenzó su rozar de élitros y con ello el agudo y monótono chirrear. Al poco tiempo, mi padre tosió ―con aquella tos que interpretábamos mis hermanos y yo como preludio de enojos más severos― haciéndolo de forma contenida al principio y esperando acaso imponer silencio con ella al animalillo. Pero este, lejos de terminar su concierto, y seguramente animado por la luz de la calle que iluminaba la ventana, continuó su velada musical provocando con ello la furia de mi padre, ya incontenible, que se levantó iracundo, agarró el bote y lo lanzó impetuosamente por la ventana provocando un alegre tintineo que inundó de sones metálicos la serenidad de la noche. Recuperada la calma, se acostó de nuevo para reanudar el sueño interrumpido hasta que, a los pocos minutos, de nuevo el grillo inició su chirrear, ahora más feliz porque disponía de toda la habitación para explayarse a sus anchas. Sin duda, el ortóptero se las apañó para saltar indemne del bote antes de que este cruzara el vano de la ventana. Ahora el problema aportaba una insospechada faceta porque el suelo de los dormitorios tenía decenas de recovecos capaces de alojar en su interior a tan diminuta criatura y localizar el escondite era tarea casi imposible. Por otro lado, encender la luz o provocar el menor ruido lo acallaba, de modo que el silencio y la oscuridad le permitían alentar su venganza.


Aquella noche en «semivela» familiar, por culpa de mi modesto safari, significó para mí el principio y el fin de una prometedora etapa naturalista truncada por las intempestivas expresiones canoras de aquel grillo rebelde. A partir de entonces, mis relaciones con el mundo animal se redujeron a las puramente gastronómicas. Cerdos, ovejas o gallinas eran intrusos admitidos en casa sin reservas y sus gruñidos, balidos o cacareos aceptados tácitamente a cuenta de sus generosos aportes nutritivos. Sólo el gato campaba por las habitaciones libremente y sin riesgos fatales. Sus maullidos, extemporáneos o no, nunca le fueron reprochados gracias a su condición de hábil depredador de roedores. Ello, a diferencia del molesto ortóptero que no aportaba nada tangible, le convertía en respetable colaborador del bienestar familiar y le granjeaba el respeto de todos, incluso el mío. Así que aquel grillo frustró en una sola noche mi vocación zoológica y mis futuras relaciones de entendimiento cordial con los animales del campo.
De Mis Memorias

lunes, 4 de marzo de 2013

CHRISTA McAULIFFE




Los vuelos espaciales tripulados, que se habían convertido en rutina, dejaron de serlo por la sola presencia de una maestra entre los tripulantes. El proceso de selección y las pruebas a que hubo de someterse esta “ maestra-nauta” para participar en el vuelo no eran sino mínimos accidentes cuya importancia se diluiría entre la evidente carga emocional que el hecho contenía. No es difícil suponer esta evidencia en una persona en permanente contacto con el mundo infantil de la ilusión y la fantasía.

Las lecciones de la señorita Christa McAuliffe desde tan insólita escuela del “Challanger” iban a provocar el mayor de los impactos en los atónitos escolares americanos. Ella había preparado meticulosamente sus lecciones. Ningún cabo sin atar faltaba en su excelente programación y el material disponible para el desarrollo de los temas no podía ser más preciso; en su ingrávida estancia, ella explicaría la ingravidez; desde su singular mirador, explicaría los movimientos de la Tierra que señalan los días y elaboran el ciclo anual de las estaciones; desde allí acreditaría la grandiosidad del universo, espectáculo del que formamos parte...



El ingenio humano rugió poderoso y una vez más se incendió el contenido de sus entrañas para ascender arrogante a su previsto lugar orbital. Ninguna imprevisión, ningún detalle olvidado, ningún cálculo al azar... Docenas de técnicos empeñados, tras sus artilugios de control, en el éxito de la empresa... Todo en vano. La máquina, sacudida violentamente por los efectos de un fallo escapado del minucioso control, se convirtió en breves instantes en una gigantesca bola de fuego que envolvió al precioso contenido humano y con él a nuestra compañera. De inmediato, docenas de hombres iniciaron la penosa cuenta atrás del porqué...

Miles de maestros en miles de rurales o urbanas escuelas de todo el mundo programan sus ilusiones cada día al igual que la señorita McAuliffe para compartirlas más tarde en el aula. Como ella también sueñan con el poderoso auxilio de los elementos didácticos, nunca tan espectaculares obviamente, que muy contadas veces consiguen. Y cuando la victoria de la ilusión sobre el desencanto espolea su ingenio, las luces de la imaginación iluminan su mente y esta convierte en insólito lo que sólo es un recurso de su afán educativo.


(Imágenes tomadas de la WEB)

Christa McAuliffe iba a disponer de un fabuloso ingenio humano para hacer realidad el sueño dorado de unas lecciones magistrales y un lamentable falló se lo impidió. ¿Por qué?

Quizá el señuelo de lo espectacular atrajo poderosamente sus afanes y le hizo olvidar momentáneamente que el maestro es un ser callado, nada espectacular y frecuentemente desconocido. Que el valor supremo de su esfuerzo docente radica en la acumulación de actos sencillos y diarios, generadores de hábitos y conductas positivas. Que el calor humano de su presencia en el aula no iba a ser ensombrecido por lo insólito de sus lecciones espaciales. Que los niños de su clase agradecerían más el soporte de su cercanía estimulante y orientadora que su remota presencia en una imagen televisada.

Descanse en paz Christa McAuliffe y reciba nuestro sencillo homenaje de compañeros solidarios con su gesto y su ilusión. Desde la humildad de nuestros recursos seguiremos mostrando el talante humano que los chicos nos demandan. A pesar de nuestras limitaciones, continuaremos penetrando en su limpio mundo para intentar acomodarlo sin traumas al real.


E. García Sáiz
Burgos, Febrero/1986
C.P. “Francisco de Vitoria”)

jueves, 28 de febrero de 2013

UNA INVITACIÓN

Hubo una época, en la que mi permanente deseo de recordar, me impulsaba a coleccionar hechos del vivir con el propósito de convertirlos algún día en materia para el recuento de experiencias. Tecla en mano, me lanzaba al folio inmaculado y añadía un nuevo cromo para mi colección de episodios y recuerdos; excursiones y veladas en familia, viajes con mi Coral favorita, recuerdos de tiza y escuela, anécdotas para el regocijo…, a los que últimamente añadí mi versión particular de cuentos para dormir. Ello para convertir el sueño de mis nietos en un dulce despertar que invariablemente desembocaba en toda suerte de preguntas entre inquietantes y curiosas; sobre la casa en que nací, mis padres, mis hermanos, los amigos, el río, las fiestas, las celebraciones religiosas, la fruta “prestada”, el cerdo convertido en puzle, la escuela, los maestros, los palotes, la enciclopedia, los godos, la regla de tres, el mapa mudo, el catecismo,  las monjas tras las celosías, la primera comunión, la vestimenta de monaguillo, el río, la pesca, los mercados, los pepinos afanados, el Sr. Antonino -guardia municipal-… Todo ello tenía una respuesta amasada con la levadura humana del entorno que envolvía cada relato y que conformaba un ambicioso inventario de evocaciones con destino al  libro abierto de la historia familiar. Así llegaron a buen fin las Memorias de un Sexagenario Adolescente que tantas alegrías me está proporcionando. Bendita sea la benignidad de mis lectores, a los que debo semejante placer y, desde luego, a la ayuda que me han prestado para llevar a cabo este proyecto sin concluir en “desastre económico”.

Dice Alaska, cantante a quien admiro por su bien decir y su verbo cálido, que, sin duda, padece de un Complejo de Diógenes solapado por cuanto su tendencia a coleccionar es algo atávico en ella. Y por ahí parece que camino yo –salvando diferencias a su favor–  como alma gemela que tiene la casa repleta de cosas, generalmente  poco útiles como ya he dicho, pero que nunca serán sustituidas por unos resabidos píxeles incapaces de palpar el valor humano de cada objeto guardado. Así que, bendito Complejo que a ambos nos ha llevado a aferrarnos al nimbo que cada cromo sustenta.

Y este es mi preámbulo, acaso tedioso, para desvelar mi propósito. Como acabo de relatar, soy un coleccionista nato empeñado ahora en reunir lectores en torno a mi humilde libro de Memorias.  Quiero para todos los que así lo deseen, la oportunidad de juzgarlo gratuitamente y de paso disponer de una especie de manual de recursos del abuelo, destinado a compartirlos con los nietos a la hora de dormir. No, no se trata de leérselo a ellos. Mi propósito es que hurguen en su memoria como yo lo he hecho y descubrirán cuán hermosa ha sido su vida, y en cuántas pequeñas aventuras hemos coincidido. Y lo que es mejor, con cuánta gratitud lo recibirán los pequeños. 

Ah¡ y no se alarmen si los niños se duermen antes del desenlace porque ello significará que el relato inacabado volará libre en sus sueños para regresar por la mañana envuelto en preguntas;  -abuelo, ¿y cómo? -abuelo ¿y por qué?, abuelo ¿y dónde…, y abuelo…, y abuelo………………..?

Pinchar en el enlace que incluyo debajo del libro y en unos instantes podrán tenerlo a su disposición con todo el cariño de quien lo escribió.
Eduardo García Saiz


miércoles, 27 de febrero de 2013

ESTÁ DE MUERTE

Carlos Herrera, excelente comunicador de Onda Cero, muestra diariamente una extensa selección de contenidos que convierten en especialmente gratas las mañana de la radio en esta emisora. Incluso para los aficionados a la exótica de los guisos, los viernes hay un espacio en que se descubre, a través de los oyentes, la excepcional variedad de aportaciones que estos tienen para elaborar nuevos guisos re-interpretando otros ya tradicionales. También se comprueba la capacidad de inventiva culinaria con nuevas sugerencias que, a partir de un producto alimenticio propuesto, añaden múltiples formas de aderezo con ingredientes y combinaciones singularmente imaginativas.

Sin embargo, todo esto, que resulta atractivo para los aficionados a la cocina casera, aporta también una rara coincidencia coloquial en la calificación final del guiso que invariablemente termina con la lapidaria expresión,…y está de muerte. 

Ignoro el origen de semejante conclusión ante lo que se supone ha de terminar en un placer gastronómico insuperable. Porque no parece razonable que, después de convertir el resultado en argumento para la gula, uno deba sentir la imperiosa necesidad de buscar acomodo en el tanatorio como resultado del festín. 

Por todo esto, hoy me gustaría recibir información, si alguien la posee, para acceder a los orígenes de semejante aserto porque yo tengo ya cierta congoja de la que espero librarme con la ayuda de algún alma caritativa. Sin llegar a ser un tragaldabas a lo Carpanta, soy persona que a la hora de comer no tiene remilgos reconocidos. Desde luego no soy consciente de haber rechazado menú alguno porque con aquello de la posguerra, no había otra opción que la de comer o ayunar y así aprendió mi generación a no hacer ascos a anda. El asunto es que, como se dice ahora insistentemente, cada vez que una cocinera o cocinero, después de mostrar sus habilidades culinarias, sentencia… y está de muerte, me produce cierto desasosiego. Porque yo preferiría lo de exquisito o delicioso, y en el peor de los casos, cojonudo –como una de las tapas típicas burgalesas– y expresión más castiza que también tiene su aquel. Así que espero no tener que lamentar desde el más allá el haber consumido un guiso moribundo.


"Cojonudo" 
(Imagen tomada del portal de BURGOSPEDIA. Enciclopedia del Conocimiento Burgalés) 

martes, 26 de febrero de 2013

LA MONTERA

“A cantar me ganarás y a ponerte la montera,
Pero tocante al trabajo tienes muy mala manera”
(Muchas veces se lo oí cantar a mi padre...)


Desde hace mucho tiempo, cubrirme la cabeza con una prenda ha sido de esos deseos no cumplidos que a uno lo convierten en sumiso de la estética obligada y resignado al atuendo convencional. Ignoro qué resortes de mi voluntad me han inclinado siempre a semejante despropósito, pero ahora que los años, la vergüenza y la experiencia me lo permiten voy a hacer un intento de razonar el porqué.

Tengo grabada en la mente la inconfundible imagen de mi padre cubierto a diario con airosa boina, que sólo abandonó en los últimos años de su vida y ello por culpa de las migrañas. Sólo se descubría ante Dios y ante cualquier mortal que mereciera su respeto. El aire especial que le confería era una muestra exquisitamente gráfica de su manera de ser. Solía decir que “había que ponerse al mundo por montera” y de verdad que lo hacía. La gracia con que se calaba la prenda, el campechano ladeo que la imprimía y el talante abierto y generoso con que discurría su vivir me permiten llegar a semejante conclusión. Siempre he querido parecerme a él y aún sigo en el empeño. Probablemente así se explique mi inclinación.

Hoy, desde la ternura que me inspira su recuerdo y el profundo respeto que su imagen me infunde, tengo ya elaborada la primera parte de mi tesis; me reconozco indigno de cubrirme con ella porque jamás responderé adecuadamente ni a su talante ni a su dignidad y, desde luego, tampoco a su donaire para llevarla dignamente.

Quede así claro que me he impuesto la doble obligación de ser respetuoso con mi padre y consecuente con mis principios. Con ello, y a mi pesar, queda eliminada la mejor opción de cubrirme las canas con una boina semejante a la suya. Y lo siento porque descartada ésta, no renuncio a cubrir mi cabeza como reclaman mis componentes genéticos, mi incipiente calva y, desde luego, mi soberana voluntad. 


(Imágenes tomadas de la WEB)

He probado toda suerte de diseños, tanto tradicionales como de alta costura, tratando de armonizar mis aspiraciones con la estética del momento, la oferta del mercado y el desembolso más razonable. Desde el sombrero cordobés hasta el tradicional hongo británico he probado de todo. Con el primero, la carga de complementos imprescindibles para llevarlo con el gracejo necesario lo hacían impensable; caballo jerezano, botas altas de Valverde del Camino, un cortijo en Andujar y, lo más difícil, esposa a lo Estrellita Castro. Para el hongo británico no había otra posibilidad que estilizar mi escueta figura de pívot fracasado y cubrirla con traje de príncipe de Gales, paraguas de luto riguroso y, a ser posible, ocupar escaño en la cámara de los Lores. No quiero hablar de mi desencanto cuando me vi obligado a desistir ante el fascinante “salacot” a lo Eudald Carbonell, sin un mal yacimiento arqueológico que llevarme a la pala. Tampoco tuve suerte con la gorra marinera, guarnecida con pasamanería de seda y adornada con brillante ancla al frente. Ni que decir tiene que no poseo ni una tosca tabla de surfing que impulsar aguas abajo del Brullés ―dignísimo río de mi pueblo en el que aprendí el “arte natatoria”― que, además, tiene por fama reducir caudal durante el estío. 

Por mi encanecida testa han desfilado barretinas catalanas, panamás, turbantes ―ahora que están de moda—, gorro cosaco, toda suerte de viseras y cómo no, sombreros; mexicanos, cordobeses, apuntado, calañes, jipijapa, castoreño, chambergo, de copa, jarano, jíbaro, charro, encandilado, flexible, hongo, gacho, redondo, catite, cano, candil, clac, de canal... cascos de bombero, de minero, de albañil, gorritos incas, de cosaco, gorras de baseball, birretes, tejas, penachos sioux, morriones, tricornios… Hasta “El sombrero de tres picos” de Falla he probado. Con la presencia de mis asesoras féminas ―esposa, hijas y nieta― más que elocuentes en el rechazo a cada intento de salir “calado” de la tienda con cualquiera de los tocados que menciono, a punto estuve de desistir y aceptar de por vida mi imagen gris de jubilado primario (recuérdese que nunca fui de Secundaria).

Pero fiel a mi fama de camorro probado ―arriesgando maledicencias, dimes y diretes― y sin el consejo de un docto amigo de los que ahora denostan mi decisión, opté en solitario por calarme lo que más se parecía a mis aspiraciones; gorra negra ―el recio color de la boina de mi padre― y con aire irlandés, sin que sepa muy bien por qué, —acaso porque la capital de Irlanda es Dublín—. Y, lo que es más, animado del propósito de iniciar con ella un proceso de reconversión destinado a disfrutar del bien ganado derecho a vivir de ella a poco que la ocasión me lo depare. 

















domingo, 17 de febrero de 2013

QUIYO





Quiyo es lo más parecido a un hidalgo del sur trasplantado a la meseta castellana. En ella ha encontrado su acomodo como sustituto de un viejo conocido, porque ahora ocupa el espacio que abandonó Zacarías para buscarse la vida por otros derroteros. De éste, poco o nada sabemos salvo que ha dejado en la villa generosa estirpe de nietos, dignos relevos que ahora proclaman la bella estampa del abuelo.

Pero hablemos de Quiyo, nuevo residente en los lares que abandonó su predecesor y que, según parece, apunta también modales de elegancia canina. Su color blanco con algunas manchas negras, le hacen inconfundible y fácilmente controlable incluso en la oscuridad. Hay un detalle, especialmente singular, que recuerda el peinado de algunas testas con una raya central que separa ambos lados del cráneo y que le da un aire especialmente distinguido.

Su carácter inquieto y despierto y su habilidad en el arte de la evasión, le empujan a campar a sus anchas por la villa en busca de ratones y otros animales de envergadura semejante, para quienes se ha convertido en auténtico terror.

Como corresponde a su hidalguía, vive en una señorial caseta, expresamente construida en el jardín, para acomodar allí su estirpe en los tiempos de descanso. En ella se muestra feliz incluso en las duras noches invernales de la meseta. Para combatir el frío y las heladas nocturnas, dispone de un pijama de gruesa lana y corte perfecto que, sin embargo, rechaza airado por mucho que se le razone la imperiosa necesidad de abrigo. Sin duda, sus genes sureños le impiden aceptar la inevitable realidad de las bajas temperaturas y muestra así su inquebrantable bizarría. Por las mañanas, una vez desperezado, asciende las escaleras de la casa y acude con urgencia al tufillo del cuenco, impulsado por la gazuza que le invade como a cualquier mortal. Lo hace con sonoras llamadas de pezuña expresando así sus premuras para hacerse oír. Es parco en consumir y generoso en agradecer. Sólo le irritan las ausencias de los dueños cada vez que estos abandonan la villa, mostrándose especialmente huraño en estas ocasiones.

Los orígenes de Quiyo no son ni enigmáticos ni siquiera desconocidos. Llegó del sur y fue entregado, a poco de nacer, como generoso obsequio de quien deseaba proporcionar consuelo por la ausencia de su antecesor. De modo que su infancia canina no pudo ser más placentera. Fruto del cruce de sus ancestros, los perrillos cazadores de la raza terrier británica con perros andaluces de las zonas bodegueras y graneros de Cádiz, forma parte de la raza de cazadores entregados a la tarea de limpiar las bodegas y graneros gaditanos de los pequeños roedores que se arriesgan a gorronear.

Poco proclive a la conversación, -de lo expuesto no suele hablar ni siquiera en términos de monólogo-  si en alguna ocasión le acucia el deseo de hacerlo, pronuncia sus ladridos en forma un tanto jacarandosa como para recordar el sol y los aires de la tierra que le vio nacer y que sin duda recuerda. Como animal de compañía hay que admitir que se ha adaptado con facilidad al ambiente  rural y muestra, como todos sus congéneres, una especial atención a la compañía de los  niños que son la segunda de sus aficiones.

No es tampoco conflictivo en sus relaciones caninas con otros congéneres de la villa y no parece muy dado a exploraciones que signifiquen riesgo o le provoquen altercados con desconocidos. De modo que no se le conoce participación en grescas que pudieran haber salpicado el alto linaje al que pertenece. Sería tanto como admitir en él modales barrio-bajeros que en absoluto está dispuesto a manifestar.

Aun así, últimamente están despertando en él sus tendencias donjuanescas, superada ya la adolescencia y parece haber encontrado respuesta en un par de perritas que le tienen encandilado. Tanto, que hace un par de días demoró su regreso al hogar provocando las alarmas, que ya creían olvidadas en la familia con la experiencia de Zacarías. Al fin, alrededor de las seis de la madrugada, surgió entre la espesa niebla mañanera con cierto desaliño, inhabitual en su donaire, y con evidentes trazas de haber pasado una noche en plena tarea amatoria.

Así que su acomodo en tierras castellanas está siendo tan elegante como su estampa y modales lo acreditan. 

viernes, 8 de febrero de 2013

CHEMA






Mi amigo Chema, colega en la afición musical, dinámico y servicial por naturaleza, cordial por convicción y excelente bajo, es un perfecto amigo con el que comparto, además de una grande y sincera amistad, la común vocación por la música coral y con el ella el placer de cantar en grupo. Ambos pertenecemos a la Coral de Cámara San Esteban de Burgos y en ella hemos hecho realidad nuestro sueño de interpretar las hermosas melodías del Renacimiento –siglos XV y XVI–, cantar las magistrales composiciones del maestro Tomás Luis de Victoria, entre otros célebres compositores, o sentir pasión por los espirituales negros. Todo esto, que poco o nada tiene que ver con el propósito que pretenden estas líneas, sirve, sin embargo, para advertir en ambos una especie de identidad personal con la que aceptamos toda suerte de principios éticos, permanente proclividad a la tolerancia y, sobre todo, la más consecuente práctica del respeto mutuo como norma de conducta social.

Sin embargo, en los últimos tiempos nuestra perplejidad sube de tono cada vez que el deambular ciudadano de cada día nos depara algunas sorpresas difícilmente aceptables, considerando los principios aludidos. 

Caminaba mi buen amigo por delante de un par de adolescentes, entretenidos en el manejo de un juguete, aparentemente inofensivo que, al parecer, no lo debía de ser tanto. Y digo al parecer porque instantes después de observar la presencia de ambos a su altura, sintió un impacto seco y doloroso en la pierna resultado del disparo del juguete que manipulaban. Chema se paró y encaró a los dos muchachos para censurarles su conducta haciendo uso de los mejores modales de su talante conciliador. El resultado no pudo ser más deplorable por cuanto el principal causante del desafuero, haciendo gala de una insolencia inesperada, admitió insensible la torpeza, se disculpó con impertinente desparpajo y dejó a mi amigo especialmente maltratado por semejante conducta. 

Este hecho, que no define en absoluto a todos los quinceañeros celtíberos, obviamente, sirve de referencia para convertir en inquietantes las frecuentes referencias que muestran comportamientos altaneros como el apuntado. Conductas que sorprenden y alarman a quienes hemos vivido otras formas de relación social, cuando menos más moderadas. Ciertamente son casos aislados pero, lamentablemente, más frecuentes de lo que sería razonable. Especialmente en el ámbito educativo en que el abuso de la tolerancia convierte a los docentes en cautivos de la indisciplina y los malos modos. Inermes ante la singular interpretación de la tolerancia como ámbito para el “todo vale” convierte el esfuerzo educativo en una tarea titánica contra los perturbadores y los indolentes. Los primeros, protegidos por la nefasta permisividad instalada socialmente, y los segundos, incapaces de aceptar el esfuerzo como incuestionable forma de progreso personal, convierten las aulas en un martirio para el reducido grupo de alumnos laboriosos que participan con el profesor en el hastío de unos y otros.

Ya se sabe; “son chicos… " ¿?

martes, 22 de enero de 2013

GALÁN


 Los cazadores matan cada año 50.000 galgos en España


En los siglos IX y X ocurre la colonización de grandes áreas de Castilla coincidiendo con la reconquista. Las grandes extensiones de terrenos baldíos y barbechos producen un incremento de las piezas de caza, consolidándose la tradición a las carreras de liebres con Galgos, práctica común tanto en los reinos árabes como cristianos.

Nos da constancia del aprecio que el Galgo suscitaba en estos años el gran número de leyes que penalizan su hurto o su muerte: Fuero de Salamanca (siglo IX); Fuero de Cuenca; Fuero de Zorita de los Canes; Fueros de Molina de Aragón (siglo XII); Fuero de Usagre (siglo XII)...
De Wikipedia
La Enciclopedia libre

Galgo español ante su hábitat ibérico (de Wikipedia)

Galán
Aún recuerdo, con cierto pesar, a los galgos de mi niñez que se movían por la villa en que nací, colgando de su cuello una larga tablilla que golpeaba intermitente sus patas al caminar. Aquel trozo de madera lo emparentaba yo con la regla intransigente y siempre dispuesta a corregir nuestros desatinos escolares. Ignoraba si los animales también habían cometido alguna travesura y les convertía en reos de semejante correctivo. Porque más parecía castigo que galardón para sus gloriosas cabalgadas y fidelidad. Alguien me explicó que la idea era impedir que, en tiempos de veda de caza, desarrollaran su portentosa velocidad tras las liebres esquivas o cualquier otra presa a su alcance.

Siempre me maravilló su esbelta figura, su elegante caminar, sus velocísimas carreras convertidos en saeta vertiginosa tras la presa sorprendida y finalmente atrapada. Y, sobre todo, su presencia nada alarmante para nuestras pantorrillas cuando pedaleábamos. Tampoco recuerdo que fueran especialmente alborotadores y raramente candidatos en las travesuras con que algunos chicos entretenían su ocio entregados a desmanes con otros canes.

En estos días, he sabido el cruel destino que espera a estos galgos por el mero hecho de haber completado un ciclo de interés mezquino para el hombre. Llegado el momento, son desestimados cruelmente cuando se los considera una carga de la que deshacerse sin derecho alguno a recompensa. También he descubierto que en los últimos años se ha hecho corriente el mantenimiento de Galgos Españoles como animales de compañía. Son nobles, tímidos y aceptan bien la vida doméstica. Incluso su capacidad para compartir habitáculos comunes los convierte en excelentes compañeros de gatos y, sorprendentemente, también de conejos. 

Galán, como otros muchos galgos, había cumplido el pasado verano con su habitual esfuerzo y eficacia las tareas de certero perseguidor de liebres y conejos, a los que daba caza para colmar el morral de piezas abatidas y con ellas la vanidad de su dueño. Era final de temporada y el cambio de la casa de campo a la morada ciudadana hacia incompatible la presencia del animal en el reducido espacio de una vivienda de pocos metros. Al menos esa era la conclusión del cazador y por ello decidió abandonarlo. 

Y, entre todas las alternativas detestables, la más insólita de las muchas que acosan a estos animales terminó con la vida del can. No, no serían ni la escopeta, ni la cruel soga al cuello, ni el veneno o el agujero de un pozo. Ni siquiera el abandono a su suerte en la turbamulta urbana. Había muchas horas de placer cinegético compartido y el azul de la mirada del can reclamaba algún gesto solidario. Le abandonaría en descampado con la secreta esperanza de que alguien se prendara de su bella estampa y lo adoptara. Sin embargo y, aunque no era el plan concebido para el destino final del perro, serían los túneles del metro el cobijo definitivo para una vida de incondicional entrega y sumisión. Así llegó el animal a aquel acomodo y allí le dominó el espanto, entre rugidos y chirriar de máquinas, destellos luminosos que lo miraban con severidad y sorpresa y los azotes de los vientos que le envolvían con la fuerza de un Eolo iracundo. Así vivió las primeras y amargas experiencias en aquellos agujeros desoladores, que le sumieron en un porqué incontestable. 

Nunca pensó que en la ancha Castilla de sus correrías, lanzado al placer de galopar tras una liebre, el diario vivir fuera estorbado por tan ingrata experiencia. Era feliz en su cubículo rural y nunca le faltó ni la simpatía de los suyos ni el sustento aderezado con el cariño del ama de casa. Además siempre fue sumiso y su actitud pasiva y discreta, con largos momentos de sueño, le convertían en animal de compañía especialmente cómodo. Si acaso, siempre reclamó ejercicio regular con intensas carreras acorde con su condición atlética. Y esta era quizá su única exigencia. 

Todas estas consideraciones le inclinaron a pensar que aquel abandono en el extrarradio de la urbe no fuera el resultado de su conducta irregular. No encontraba otras razones para tan despiadado plante. Sin embargo, así fue como aquella tarde, encaramado en el todo-terreno junto al dueño, y después de un largo e intrincado recorrido ciudadano, descendió del vehículo que cerró sus puertas con celeridad tras él y, sin más, desapareció en la lejanía. Perplejo e indeciso, quedó el animal sumergido en las incipientes sombras de un atardecer gris y tormentoso. Algunos escarceos sin rumbo le condujeron a las proximidades de las cocheras del metro y hacia allí dirigió sus pasos. Acaso el frío y más tarde el hambre intimidaron a nuestro héroe y pensó en buscar refugio junto a aquellos inertes mastodontes. Quizá algún resto de comida abandonada en las proximidades de los vagones atendiera a su urgente gazuza.

Las horas pasaron entre zozobras, el hambre reclamó de nuevo su tiempo y arriesgó buscando un lugar más propicio en aquella maraña de agujeros que se adentraban en la oscuridad, insensibles a su angustia. En la lejanía algunas luces iluminaron su pesar y se dirigió a ellas con la esperanza de un encuentro liberador y un cuenco rebosante. A ellas llegó sorteando las vías y las infernales acometidas de aquellos monstruos ensordecedores hasta que encontró el origen de la luz. Pero el pasmo y los elocuentes gestos de las gentes en el andén estimulándole a la salida de aquellos laberintos, lejos de animarle, le amedrentaron y corrió, corrió tan veloz como el viento que, impulsado por aquella máquina infernal, le empujaba con más fuerza cada vez que se le venía encima. 

Sin embargo insistió en sus audacias porque el hambre no entiende de riesgos y se aproximó de nuevo al muelle luminoso para descubrir que, las llamadas y gritos de nuevo le urgían con gestos más apremiantes si cabe. Incluso algunas personas arriesgaron valerosamente para rescatarle de las vías. Pero lejos de atender a gestos y muestras solidarias, su desencantada esperanza tras el cruel abandono y la duda, le hicieron desconfiar y de nuevo huyó, esta vez tan rápido como su maltrecha fortaleza le permitía. 

Algunas horas más tarde, los túneles fueron testigo de su final cuando una de aquellas máquinas atronadoras superó los límites de su incierta galopada y le convirtió en víctima mortal de la incuria e insolidaridad humana.  

Que San Antón le haya premiado su coraje...

En el siguiente enlace, hay una alusión a la ingrata peripecia, seguida de muerte, del galgo al que he dado en llamar Galán. Falleció la pasada semana en los túneles del metro, sin duda arrollado por cualquiera de los trenes que circulan por ellos a diario.
En el mismo programa (Onda Cero "COMO EL PERRO Y EL GATO" - domingo 20 de enero 2013 / minuto 33 aproximadamente) hay una gentileza dedicada a este mi humilde Blog que dedico, entre otras cosas, al relato de pequeñas aventuras caninas. Por ello quiero mostrar mi sincero agradecimiento al director don Carlos Rodríguez y con él a su equipo por dar a conocer mis inquietudes.

lunes, 21 de enero de 2013

RACIMO Y GAVILLA








Está a punto de ver la luz un título por demás sugerente y alentador para quienes amamos la palabra escrita como arquilla de interés, sensaciones y hermosura. El libro se llama “Racimo y Gavilla” y está engalanado con bellísima portada de Ignacio del Rio. Es un grabado que huele a pan reciente y a vino gran reserva, símbolos del exquisito poemario que atesora el contenido. 

Lo ha culminado mi buen amigo Antonio R. Llanillo, poeta, caminante convicto y docente confeso, quien, además de formar parte de mi familia, ha sido valedor y confidente de mi primera audacia como bisoño autor literario. Todas y cada una de las perlas que configuran esta antología poética, muestran hasta donde llega la sensibilidad de un espíritu entregado a surcar el alma para convertir en ramilletes de versos cada una de las sensaciones que produce el vivir.

Y si algo le faltaba para completar tanta belleza, el prólogo de Bernardo Cuesta Beltrán enmarca esta lírica espléndida que, Conchita, mi prima del alma -esposa y musa del poeta- y este prologuista contemplan y disfrutan desde el más allá.
Burgos 05-01-2013
Eduardo García





DIARIO DE BURGOS
24-mayo-2014
La humilde pluma de quien esto escribe, recibe con agrado una imagen y un texto que añaden, a la ya mucha estima por mi amigo y pariente del alma, Antonio, una fascinación ante su estampa de castellano recio y una profunda admiración para una semblanza que alimenta mi respeto y entusiasmo y que recorta, tan certera, la expresiva silueta del soñador furtivo.
Las chátaras de Paulino
E.G.S. 

viernes, 18 de enero de 2013

EL BOTE

"... El bote era también uno de esos vicios tentadores que congregaba en su entorno a numerosos ludópatas y curiosos. Los primeros para probar fortuna y todos para consumir las exquisitas almendras garrapiñadas que se ofrecían como reclamo. Las seis primeras cartas del palo de oros de la baraja española pegadas sobre un tablero, un bote de tomate con un dado de parchís en su interior y la luz de un carburo era toda la parafernalia precisa para el juego. Los participantes elegían carta para colocar sobre ella sus billetes o monedas y la banca agitaba el bote con el dado en su interior. ¡Hagan juego señores!, ¿No va más?, ¡Arriba que levanto!, era toda la perorata que se oía del animador para estimular al juego. De los seis números de la baraja sólo el señalado por el dado recibía la recompensa de ver quintuplicada su apuesta. El resto de los jugadores veían desaparecer sus dineros en un abrir y cerrar de ojos hasta que una nueva oportunidad mantenía de nuevo la esperanza. Más de uno se alejaba desesperado después de ver mermados, cuando no agotados, sus dineros por la venta de un cerdo, un mulo o media docena de ovejas. No recuerdo a muchos que se apartaran satisfechos de la timba.

De entre los componentes de aquella banca, viene a mi memoria un divertido personaje que provocaba estentóreas risotadas entre los jugadores con sus jocosas ocurrencias. Todo el mundo le conocía por «Bolera» y, de entre todas sus chuscadas, una se hizo famosa. Siempre decía que trabaja veinticinco horas diarias y cuando alguien le contrariaba con la lógica, él contestaba irrevocable: «¡Ah!, ¡es que yo madrugo!".
(de MEMORIAS DE UN SEXAGENARIO ADOLESCENTE)

(imagen tomada el 16/01/2012)

Por lo que se ve, no parece que haya nada nuevo bajo el Sol. En este caso he fotografiado sólo el rótulo de la tienda que lo sustentaba porque parece que ha pasado a distintas manos y, lo que era un atractivo portal de comercio, es ahora una valla de ladrillos cubiertos de yeso con esperanzas de futuro. Veremos en qué queda el rótulo. De momento nuestro amigo Bolera no andaba descaminado en lo que a sobre-esfuerzo se refiere. Desde aquel hombre a hoy han pasado sesenta años largos.

ZODIAC

Gijón siempre ha sido nuestro refugio preferido en las escapadas en busca de terapias de remedio contra la ansiedad. Esos espacios grises en...