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miércoles, 13 de marzo de 2013

UN ACOSO LADINO

Probablemente suene a exagerado lo de ladino pero es una interpretación tan personal como el rechazo que me produce semejante persecución. Desde luego no voy a revelar nada que mis amigos del blog no hayan soportado o estén sufriendo como yo, de manera que lo mío no es nada original.

Conocidos son todos los operadores telefónicos que se disputan permanentemente el botín de nuestros humildes contratos para engordar sus cuentas de resultados. Y conocido es también el acoso a que estamos sometidos todos los mortales, al menos los celtíberos, para conseguir el arrimo de nuestra ascua a la sardina de los suministros de la luz y el gas. 

Pues bien, y conste que algunas llamadas las llevo contadas, -ya conocen los amigos mi pasión por el coleccionismo-, voy por la número 25 en el teléfono y más o menos otras tantas llamadas a la puerta de casa en lo que va de año para la luz y el gas. Sin embargo, he conseguido resolver la retahíla de la locutora del teléfono con un ardid que, de momento, ha funcionado cabalmente. De modo que -en la voz más queda que he podido- transmito que no es un buen momento para escuchar con la deferencia que su interés merece porque me hallo en la consulta médica. Inmediatamente, insisto en que me acaba de llamar la enfermera y con la promesa de atender su oferta en otro momento más propicio me voy a la ducha, que es lo mío a estas horas tempraneras de la mañana. 


Probablemente surgirá la llamada número 26 en un par de horas y tendré que renovar mi respuesta con una nueva argucia o quizá, la escuche atentamente para decirle que agradezco su oferta pero que ya estoy servido como en realidad sucede. Erre que erre, sin embargo, me preguntará por mi servidor de internet, ADSL y los megas esos, por la cuota que pago, por la calidad del servicio que recibo, por la atención al cliente, por si tengo antivirus incluido en mi contrato… y terminará por decirme que, todo eso y más, me lo ofrecen en inigualables condiciones. Todo ello dicho a una velocidad arrolladora y con un delicioso acento de ¿Nicaragua?, o, al menos, de la querida Hispanoamérica.

Entiendo que alguien piense en mi falta de cordialidad para quien se gana los garbanzos a fuerza de facundia y no le quito la razón. Sin embargo, y en mi descargo, tengo que añadir que he establecido un límite para mis atenciones de cortesía y que ha sido ya superado notablemente. La llamada número 25 me ha dejado al borde de un ataque de nervios, como a las chicas Almodóvar, y hoy me he armado de valor para que, sin hacer uso de mi habitual cortesía, termináramos de buenas maneras, y sin exabruptos –que es algo que alguien me ha aconsejado y que no cuadra con mi estilo-. 

De la luz y el gas he recibido tantas visitas diarias y llamadas que he perdido la cuenta. Todo con el generoso propósito de mermar mi cuota de abonado.

1 comentario:

  1. Yo he aprendido a ser agresivo, como los ejecutivos: en cuanto "veo" de que viene el tema, cuelgo por las bravas y fin.
    Cuando utilizo el sistema "educado", me vuenlven allamar.
    (Siento darte estos consejos tan de pueblo)

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