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martes, 12 de marzo de 2013

POWER POINT


Generalmente disfruto con los archivos que mis contactos me envían mediante los que descubro las maravillas, a través de la fotografía, de lugares espectaculares y exóticos; ciudades, espacios naturales, fauna y flora exuberante, arqueología, industria, medicina, etc... En otros momentos son vídeos musicales que van, desde el ingenio de algunos intérpretes increíbles a las grandes masas corales que convierten sus interpretaciones en auténticas hazañas multitudinarias; otras que permiten descubrir exquisitas habilidades en la infancia más precoz arrancando a una guitarra el duende de una cultura en las antípodas; no faltan tampoco imágenes para el humor, para el cuidado de la salud, para alimentar añoranzas de todo tipo y, junto a estas, toda una suerte de archivos para la meditación y el sosiego…


Pero no es de esto de lo que quiero hablar  sino de mi propia experiencia como aficionado a coleccionar toda suerte de eventos familiares, culturales o festivos acumulando imágenes en mis propias presentaciones de Power Point. El proceso no es complicado, tiene sus encantos, es un excelente entretenimiento y el resultado suele ser gratificante. 

Sin embargo, no hay esfuerzo en esta vida que no tenga su lado espinoso y en este caso también lo hay. Coleccionar una serie de imágenes y mostrarlas secuenciadas con efectos preestablecidos por el programa no plantea gran dificultad. El tema tiene que ver con la integración de un fondo musical que haga la presentación más atractiva. Y aquí está el meollo. El programa no admite nada más que un determinado tipo de archivos (WAV) y en ningún caso los más modernos MP3 o MP4. Significa que habrá que reconvertir estos para lo que hay una ingente cantidad de programas que lo consiguen en pocos minutos. Por otro lado se hace imprescindible encontrar uno que no aumente las dimensiones del original porque el resultado final será un desastre. Semejante fiasco impide el envío a los destinatarios porque los servidores establecen un límite de "peso" en MB que no se puede superar y rechazan el correo abusivo.

Pues bien. Andaba yo a la busca y captura de un programa capaz de hacer el milagro y con ello ha comenzado mi calvario. Los hay gratuitos, hasta que los instalas y descubres que sólo es de momento y en condiciones leoninas. Además de venir cargados con una serie de tentáculos capaces de ahogar la más decidida cautela. Y sigues hurgando en las entrañas de la red buscando el adecuado y al final lo encuentras. ¡Eureka!, ya está. Satisfecho con la hazaña arqueológica, enseguida descubres que, desgraciadamente, la mayoría de sus predecesores han dejado su tarjeta de presentación y te han dejado el PC hecho unos zorros. Ni el mejor antivirus, ni los antibióticos más agresivos, ni la más imaginativa argucia consiguen expulsar a los intrusos de su festín. Vuelta a buscar, ahora a través de páginas, supuestamente sin trampa ni cartón, para conseguir lo imposible, recuperar la normalidad.


¿Que qué pretendo decir con toda esta perorata? Pues que frente a todas las incuestionables ventajas del Internet, hay un espacio para el fraude que nada tiene que ver con las “hazañas” de los hackers y mucho con el afán de atrapar a los ingenuos, como es el caso, haciéndoles pensar que todo el monte es orégano. Y ni siquiera son aliagas para el fuego. Es una cadena de enlaces que comienzan con la primera inmersión para atraparle a uno y siempre hay quien promete desfacer el entuerto del anterior para sustituirlo por el suyo. Y así, hasta el infinito.

Sí, sí. Ya sé que hay que ser cauto  y procurar leer la letra pequeña como en los contratos inmorales. Y la leo y desactivo todo aquello que acompaña al programa elegido pero, aun así, la inventiva del tramposo es superior a mis cautelas.

Afortunadamente uno tiene su personal asesor con experiencia y años de vuelo que me cubre las espaldas y me resuelve cada problema tan rápida como eficazmente. Desde aquí le mando la más alborozada de mis estimas. Y al resto de visitantes que pierden su tiempo leyéndome, les aconsejo todas las prevenciones y, desde luego, con el cinturón abrochado.  


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