Generalmente disfruto con los
archivos que mis contactos me envían mediante los que descubro las maravillas,
a través de la fotografía, de lugares espectaculares y exóticos; ciudades,
espacios naturales, fauna y flora exuberante, arqueología, industria, medicina,
etc... En otros momentos son vídeos musicales que van, desde el ingenio de
algunos intérpretes increíbles a las grandes masas corales que convierten sus
interpretaciones en auténticas hazañas multitudinarias; otras que permiten
descubrir exquisitas habilidades en la infancia más precoz arrancando a una
guitarra el duende de una cultura en las antípodas; no faltan tampoco imágenes
para el humor, para el cuidado de la salud, para alimentar añoranzas de todo
tipo y, junto a estas, toda una suerte de archivos para la meditación y el
sosiego…
Pero no es de esto de lo que
quiero hablar sino de mi propia
experiencia como aficionado a coleccionar toda suerte de eventos familiares,
culturales o festivos acumulando imágenes en mis propias presentaciones de Power
Point. El proceso no es complicado, tiene sus encantos, es un excelente
entretenimiento y el resultado suele ser gratificante.
Sin embargo, no hay esfuerzo en
esta vida que no tenga su lado espinoso y en este caso también lo hay.
Coleccionar una serie de imágenes y mostrarlas secuenciadas con efectos
preestablecidos por el programa no plantea gran dificultad. El tema tiene que
ver con la integración de un fondo musical que haga la presentación más
atractiva. Y aquí está el meollo. El programa no admite nada más que un
determinado tipo de archivos (WAV) y en ningún caso los más modernos MP3 o MP4.
Significa que habrá que reconvertir estos para lo que hay una ingente cantidad
de programas que lo consiguen en pocos minutos. Por otro lado se hace imprescindible
encontrar uno que no aumente las dimensiones del original porque el resultado
final será un desastre. Semejante fiasco impide el envío a los destinatarios
porque los servidores establecen un límite de "peso" en MB que no se
puede superar y rechazan el correo abusivo.
Pues bien. Andaba yo a la busca y
captura de un programa capaz de hacer el milagro y con ello ha comenzado mi
calvario. Los hay gratuitos, hasta que los instalas y descubres que sólo es de
momento y en condiciones leoninas. Además de venir cargados con una serie de
tentáculos capaces de ahogar la más decidida cautela. Y sigues hurgando en las
entrañas de la red buscando el adecuado y al final lo encuentras. ¡Eureka!, ya
está. Satisfecho con la hazaña arqueológica, enseguida descubres que,
desgraciadamente, la mayoría de sus predecesores han dejado su tarjeta de
presentación y te han dejado el PC hecho unos zorros. Ni el mejor antivirus, ni
los antibióticos más agresivos, ni la más imaginativa argucia consiguen
expulsar a los intrusos de su festín. Vuelta a buscar, ahora a través de
páginas, supuestamente sin trampa ni cartón, para conseguir lo imposible,
recuperar la normalidad.
¿Que qué pretendo decir con toda
esta perorata? Pues que frente a todas las incuestionables ventajas del
Internet, hay un espacio para el fraude que nada tiene que ver con las
“hazañas” de los hackers y mucho con el afán de atrapar a los ingenuos, como es
el caso, haciéndoles pensar que todo el monte es orégano. Y ni siquiera son
aliagas para el fuego. Es una cadena de enlaces que comienzan con la primera
inmersión para atraparle a uno y siempre hay quien promete desfacer el entuerto
del anterior para sustituirlo por el suyo. Y así, hasta el infinito.
Sí, sí. Ya sé que hay que ser
cauto y procurar leer la letra pequeña
como en los contratos inmorales. Y la leo y desactivo todo aquello que acompaña
al programa elegido pero, aun así, la inventiva del tramposo es superior a mis
cautelas.
Afortunadamente uno tiene su personal asesor con experiencia y años de vuelo que me cubre las espaldas y me resuelve cada problema tan rápida como eficazmente. Desde aquí le mando la más alborozada de mis estimas. Y al resto de visitantes que pierden su tiempo leyéndome, les aconsejo todas las prevenciones y, desde luego, con el cinturón abrochado.
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