miércoles, 27 de febrero de 2013

ESTÁ DE MUERTE

Carlos Herrera, excelente comunicador de Onda Cero, muestra diariamente una extensa selección de contenidos que convierten en especialmente gratas las mañana de la radio en esta emisora. Incluso para los aficionados a la exótica de los guisos, los viernes hay un espacio en que se descubre, a través de los oyentes, la excepcional variedad de aportaciones que estos tienen para elaborar nuevos guisos re-interpretando otros ya tradicionales. También se comprueba la capacidad de inventiva culinaria con nuevas sugerencias que, a partir de un producto alimenticio propuesto, añaden múltiples formas de aderezo con ingredientes y combinaciones singularmente imaginativas.

Sin embargo, todo esto, que resulta atractivo para los aficionados a la cocina casera, aporta también una rara coincidencia coloquial en la calificación final del guiso que invariablemente termina con la lapidaria expresión,…y está de muerte. 

Ignoro el origen de semejante conclusión ante lo que se supone ha de terminar en un placer gastronómico insuperable. Porque no parece razonable que, después de convertir el resultado en argumento para la gula, uno deba sentir la imperiosa necesidad de buscar acomodo en el tanatorio como resultado del festín. 

Por todo esto, hoy me gustaría recibir información, si alguien la posee, para acceder a los orígenes de semejante aserto porque yo tengo ya cierta congoja de la que espero librarme con la ayuda de algún alma caritativa. Sin llegar a ser un tragaldabas a lo Carpanta, soy persona que a la hora de comer no tiene remilgos reconocidos. Desde luego no soy consciente de haber rechazado menú alguno porque con aquello de la posguerra, no había otra opción que la de comer o ayunar y así aprendió mi generación a no hacer ascos a anda. El asunto es que, como se dice ahora insistentemente, cada vez que una cocinera o cocinero, después de mostrar sus habilidades culinarias, sentencia… y está de muerte, me produce cierto desasosiego. Porque yo preferiría lo de exquisito o delicioso, y en el peor de los casos, cojonudo –como una de las tapas típicas burgalesas– y expresión más castiza que también tiene su aquel. Así que espero no tener que lamentar desde el más allá el haber consumido un guiso moribundo.


"Cojonudo" 
(Imagen tomada del portal de BURGOSPEDIA. Enciclopedia del Conocimiento Burgalés) 

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