Supongo que no es difícil entender lo que significa para un maestro de escuela dedicar su actividad docente en estos azarosos tiempos educativos y considerar el fenómeno de la inmigración como un reto añadido a las muchas dificultades a superar. Porque iniciado el curso escolar y descubrir con cierta desazón la presencia de alumnos de varias etnias, lenguas y orígenes culturales distintos, significa un reto añadido a la cuestionada autoridad del profesor, sometido a las veleidades de la tolerancia mal interpretada, y, a menudo, al acoso más intolerante.
De cualquier
manera, el maestro, autodidacta por vocación, siempre encontrará recursos y
estrategias que le permitan salir airoso del lance. La experiencia real que voy
a proponer ya no es novedad para ningún colega pero lo fue en la década de los
primeros años noventa.
Dos niñas
encantadoras con edades de nueve y once años acaban de llegar de China y
figuran en la relación que la secretaría del centro proporciona a los tutores
de cuarto y quinto curso de Primaria. Acaban de entrar por primera vez en el
aula y el silencio, milagrosamente en esta ocasión, se apodera de la clase que
las observa entre sorprendida y fascinada. Los ojos de las niñas muestran
también una cierta perplejidad, no exenta de recelo, mientras se sienten
contempladas a su pesar. Cada tutor, con la indecisión que supone recibir una
alumna a la que ni siquiera los gestos son capaces de mostrar una elocuente
reacción de bienvenida, inicia un proceso mental en busca del qué, cómo y cuándo
de su especial cometido educador para con ellas. Porque las altas esferas
ideológicas de la metodología y el diseño programático no habían contado aun
con esta posibilidad, entretenidas siempre en la tarea de elaborar nuevos
planes de estudio que anulen a los anteriores.
Es el maestro el
primer eslabón del engranaje escolar el que habrá de resolver el problema en el
que nadie ha pensado. Y con leyes y sin leyes seguirá siendo lo que siempre ha
sido. Docente convicto que conoce los resortes del aprendizaje y sabe ser
tradicional y utilizar la novedad cuando esta sea un complemento impreascindible.
Ambas chinitas
necesitan integrarse en sus grupos con celeridad y para ello el manejo del
idioma al que acaban de incorporarse ha de ponerse a su disposición de
inmediato. La primera y principal de las fórmulas ya funciona en la relación
con los niños de su clase que se convierten en camaradas y tutores coloquiales entusiasmados. En el seno del equipo directivo del centro, se arbitra la
fórmula más acorde para proporcionar a las alumnas un contacto personal con el
castellano. Y será el profesor de inglés quien acomode metodologías y
estrategias, ya programadas para este idioma, que se prevén adecuadas para la
nueva situación docente.
El material
didáctico disponible se reduce a las denominadas “flash cards” y un nuevo
sistema incorporado al aprendizaje del inglés, y habilitado para este caso, denominado TPR (Total Phisical Response – respuesta
física total) que permite la interpretación y desarrollo de toda clase de instrucciones
por parte del alumno. Con ello también manejan vocabulario integrado en frases
sencillas que finalmente completan párrafos más amplios.
Curiosamente, ni siquiera
en la embajada china disponen de un diccionario chino-español ni proporcionan
referencia alguna para obtenerlo. Tampoco dicen conocer material didáctico que facilite la tarea de enseñar su idioma y no parece existir en aquel momento publicación o recurso que facilite la tarea. Finalmente, los contactos del profesor consiguen recibir de los Estados
Unidos el anhelado diccionario, si bien como bilingüe
chino-inglés/inglés-chino, lo cual es, al fin y al cabo, un alivio transitorio.
No obstante, el entusiasmo
de las niñas se desborda e ilusionadas con su progreso consiguen en pocas
semanas cierta soltura en la comunicación oral y las habilidades de
lecto-escritura. Todo el primer trimestre del curso desemboca en un éxito que
sorprende al profesor y que es el resultado del increíble interés que han
mostrado en el aprendizaje. Tan es así, que en el acto festivo anual de la
Navidad participan como dúo para cantar la más burgalesa de las canciones; los “Gigantones”
salen de sus labios en un castellano perfecto y el abarrotado salón repleto de alumnos,
gratamente sorprendidos, se incorpora a la interpretación, se añaden a ellas y
el final termina con un estruendoso y multitudinario aplauso que las niñas
reciben especialmente sorprendidas de tan inesperado éxito.
El profesor que las
atiende se ha hecho el firme propósito de conseguir que la erre sonora no sea
el hándicap tradicional e insuperable de los orientales y los tres se proponen conseguir su correcta
pronunciación. Y en pocos días sale la erre de perro, y de parra, y de carreta,
y de rabo, y de roto..., con una sonoridad
que convierte su semblante en la imagen más elocuente y espontánea de su auto-confianza El resto del curso escolar continúa mostrando nuevas
aportaciones, -lúdicas siempre que el proceso de aprendizaje lo demande-, y,
entre ellas, el manejo de los ordenadores se convierte en la máquina perfecta
para asimilar conceptos gramaticales. El sistema facilita también la lectura comprensiva
con textos y grabados que, a través de contenidos conocidos reproducen situaciones
habituales del día a día, estimulan el aprendizaje y facilitan la
comprensión.
Aunque ya me lo habías contado, sigue siendo un bonito recuerdo y toda una experiencia y ejemplo pedagógicos.
ResponderEliminarEspero poder conocer a laschicas cuando vayamos a cenar al "chino " de su familia.
Saludos.