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lunes, 4 de marzo de 2013

CHRISTA McAULIFFE




Los vuelos espaciales tripulados, que se habían convertido en rutina, dejaron de serlo por la sola presencia de una maestra entre los tripulantes. El proceso de selección y las pruebas a que hubo de someterse esta “ maestra-nauta” para participar en el vuelo no eran sino mínimos accidentes cuya importancia se diluiría entre la evidente carga emocional que el hecho contenía. No es difícil suponer esta evidencia en una persona en permanente contacto con el mundo infantil de la ilusión y la fantasía.

Las lecciones de la señorita Christa McAuliffe desde tan insólita escuela del “Challanger” iban a provocar el mayor de los impactos en los atónitos escolares americanos. Ella había preparado meticulosamente sus lecciones. Ningún cabo sin atar faltaba en su excelente programación y el material disponible para el desarrollo de los temas no podía ser más preciso; en su ingrávida estancia, ella explicaría la ingravidez; desde su singular mirador, explicaría los movimientos de la Tierra que señalan los días y elaboran el ciclo anual de las estaciones; desde allí acreditaría la grandiosidad del universo, espectáculo del que formamos parte...



El ingenio humano rugió poderoso y una vez más se incendió el contenido de sus entrañas para ascender arrogante a su previsto lugar orbital. Ninguna imprevisión, ningún detalle olvidado, ningún cálculo al azar... Docenas de técnicos empeñados, tras sus artilugios de control, en el éxito de la empresa... Todo en vano. La máquina, sacudida violentamente por los efectos de un fallo escapado del minucioso control, se convirtió en breves instantes en una gigantesca bola de fuego que envolvió al precioso contenido humano y con él a nuestra compañera. De inmediato, docenas de hombres iniciaron la penosa cuenta atrás del porqué...

Miles de maestros en miles de rurales o urbanas escuelas de todo el mundo programan sus ilusiones cada día al igual que la señorita McAuliffe para compartirlas más tarde en el aula. Como ella también sueñan con el poderoso auxilio de los elementos didácticos, nunca tan espectaculares obviamente, que muy contadas veces consiguen. Y cuando la victoria de la ilusión sobre el desencanto espolea su ingenio, las luces de la imaginación iluminan su mente y esta convierte en insólito lo que sólo es un recurso de su afán educativo.


(Imágenes tomadas de la WEB)

Christa McAuliffe iba a disponer de un fabuloso ingenio humano para hacer realidad el sueño dorado de unas lecciones magistrales y un lamentable falló se lo impidió. ¿Por qué?

Quizá el señuelo de lo espectacular atrajo poderosamente sus afanes y le hizo olvidar momentáneamente que el maestro es un ser callado, nada espectacular y frecuentemente desconocido. Que el valor supremo de su esfuerzo docente radica en la acumulación de actos sencillos y diarios, generadores de hábitos y conductas positivas. Que el calor humano de su presencia en el aula no iba a ser ensombrecido por lo insólito de sus lecciones espaciales. Que los niños de su clase agradecerían más el soporte de su cercanía estimulante y orientadora que su remota presencia en una imagen televisada.

Descanse en paz Christa McAuliffe y reciba nuestro sencillo homenaje de compañeros solidarios con su gesto y su ilusión. Desde la humildad de nuestros recursos seguiremos mostrando el talante humano que los chicos nos demandan. A pesar de nuestras limitaciones, continuaremos penetrando en su limpio mundo para intentar acomodarlo sin traumas al real.


E. García Sáiz
Burgos, Febrero/1986
C.P. “Francisco de Vitoria”)

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