Hoy he disfrutado de tres placeres
consecutivos durante la impaciente espera para disfrutar de la puesta en escena
del Cronicón de Oña. El primero de ellos tiene que ver con un reencuentro
familiar y multitudinario a la puerta de una gran casona en vías de restauración
definitiva y que, según parece, esta vinculada a la vida de don Pedro
González Manso, Obispo que fue de
Guadalix, Tuy, Badajoz y Osma, del Consejo del Rey, Presidente de la Audiencia,
Canciller de Valladolid y Gran Bienhechor de Oña y de su Monasterio de San
Salvador:
http://www.lacasonadelobispo.com/wppublico/
Después de contemplar la hermosa fachada y
deambular por sus interiores, he descubierto hasta donde puede el empeño y la
entrega para conseguir que un vetusto edificio, abandonado a su suerte y a la
incuria del tiempo, se haya convertido en un remanso de de paz y bienestar. Ha habido en ello un decidido propósito de
devolverle la dignidad herida sin alterar ni su nobleza ni sus valores añejos. Y
todo ello ha sido el resultado de una empresa familiar entregada a recuperar
cada palmo de su estructura con el ardor y la convicción de una meta posible.
He recorrido todas y cada una de sus estancias
y disfrutado del acogedor espacio en el que el gusto por la decoración y la
selección de los enseres configuran en cada una la armonía entre el ayer y el
hoy. Por todo ello quiero mostrar mi cordial enhorabuena a cada mano, cada
mente y cada entrega que ha hecho posible lo que ha todas luces es una hazaña encomiable.
jueves, 21 de agosto de 2014
LA CASONA DEL OBISPO. OÑA (BURGOS)
Completada la visita, la tradicional hospitalidad
castellana ha permitido disfrutar también de los placeres de la mesa en torno a
los productos más castizos y exquisitos de la gastronomía hogareña. Complementados
con los vinos, que estimulan a la tertulia y alegran el cuerpo, hemos finalizado
la reunión para acudir al Monasterio de San Salvador.
Allí ha tenido lugar, un año más, y con este van 28, la representación del ya más que famoso
CRONICÓN DE OÑA. De ello y de su espléndido desarrollo doy cuenta en entrada
aparte con el mismo título.
miércoles, 20 de agosto de 2014
EL CRONICÓN DE OÑA
Siempre he sido un ferviente lector de
textos relacionados con mi condición de castellano y, por aquello de que
nobleza obliga, no he perdido oportunidad que me pusiera en contacto con mis
orígenes y la historia de mis ancestros próximos o remotos. Películas,
documentales, escenarios teatrales y cualquier otra muestra literaria al caso,
han tenido en mí un devoto de la historia de las gentes que configuraron los
reinos de Castilla y León a los que me honro en pertenecer.
Por eso, y tan reciente como hace sólo
algunas horas, he asistido a una representación en la que el monumental cenobio
de San Salvador de Oña, el espectacular brillo de la representación, el
preciosismo del vestuario, los elementos musicales y luminosos y la apostura de
actores y actrices participantes, han convertido la representación del Cronicón
de Oña en una más que valiosa muestra del bien hacer de un Fuenteovejuna
moderno que llena de orgullo y gloria a la villa oniense.
En esta última edición he participado de la
representación con mi familia y he podido
añadir a mi colección de eventos históricos contemplados, el prodigioso
espectáculo de la historia que forjó a Castilla y León entre los años 970 a
1072.
No es mi
propósito hurgar en la serie de encomiables calificativos que me ha merecido el espectáculo y que son
innumerables. Baste sólo el hecho de que mi propósito íntimo de acudir en
futuras muestras, sólo podrá impedirlo algún imponderable, porque allí estaré
tan absorto y entusiasmado como lo he estado en esta ocasión.
Mi más cordial enhorabuena y mi más sincero
agradecimiento a todos y cada uno de los que hacen posible tan esplendida
puesta en escena del entrañable periodo de historia castellano leonesa.
Gracias a todos
Eduardo García
martes, 19 de agosto de 2014
EL COCHECITO GEMELAR
Un cochecito-gemelar
de niños y un abuelo empujándole, no son noticia porque hoy es lo más habitual;
―alguien ha dicho que si los abuelos organizaran un día de estos una huelga en
España, el país quedaría completamente paralizado de inmediato―. Acaso haya un
poco de exageración en el aserto, pero sin duda crearía importantes problemas nacionales
en el discurrir ciudadano.
Lo que ya no
es tan habitual es que el abuelo conduzca el carrito cubierto con un casco aerodinámico
para ciclistas y ello es lo que me ha alertado hoy en mi pedaleo mañanero.
Con semejante imagen y considerando que muy probablemente ambos pertenecemos,
si no a la misma quinta si a una infancia semejante, he sufrido un colapso
mental y me he colado en su caletre ante el temor de llegar a sufrir algún
desvarío como el suyo previsible.
En principio,
he pensado que el hombre ha de estar tan absorto en sus tareas de auxiliar de
familia que apenas disfruta del tiempo suficiente para cambiar ―entre faena y
faena― su indumentaria de ciclista
madrugador, por otra más acorde con la tarea de disfrutar de la compañía de los
dos nietos. Así que esta idea me ha tranquilizado aunque sólo a medias.
Por eso se me
ha ocurrido inmediatamente la peregrina deducción de que los gemelos sean de
atar y puedan dar al traste con su estabilidad y con ello el riesgo de caída
con resultado de conmoción cerebral. De inmediato he descartado la idea porque
ambos chavales estaban tan plácidamente dormidos que su imagen beatífica era de
lo más celestial.
Sumidos como
estamos en una grave crisis de liquidez familiar, he considerado la posibilidad
de que el casco sea una especie de recipiente multiusos que lo mismo sirva para un roto que para un descosido. De este
modo pueda ser útil ―además de cómo protector anti-costaladas― también para mantener
calientes los biberones sobre la cocorota protegida o para almacenar tapaculos,
moras, endrinas, acigüembres, huevos de codorniz o setas de carrerilla, por
ejemplo.
Al fin, y
después de algunos titubeos, pensando en la longevidad como un resultado de
deterioro del magín, acaso comience a dar sus nefastos frutos la pasividad
congénita. Así, es posible que haya considerado el casco como una muestra de garbo,
donaire y dignidad y no esté dispuesto a aparcarse de su verdad que, como es sabido,
es una de las cosas mejor repartidas de este mundo, porque cada uno tiene la
suya y la protege contra viento y marea, más aún, cuando se alía con la tozudez
más reacia.
Ontillera
19-08-2014
viernes, 8 de agosto de 2014
DAFNIS Y CLOE, VEINTE SIGLOS MÁS TARDE
Un grupo de jubilados caminan pasmados por la «Senda del
Colesterol» después de haber presenciado involuntariamente uno de esos
espectáculos entre amorosos y sicalípticos de los que, según parece, empiezan a
proliferar más de lo que sería razonable por estos pagos celtíberos. El asombro
de nuestros amigos no lo es tanto por el hecho contemplado cuanto por las
circunstancias que lo acaban de rodear. Sin duda, es consecuente con el
espectacular avance de la moderna pedagogía de la procreación y los desatinos
mentales que la manipulan. Porque, todo hay que decirlo, para quienes crecimos
entre soplamocos, varapalos y cotos cerrados ―al menos eso es lo que afirman
los libertadores de la estrechez, la hipocresía burguesa y otras zarandajas
morales en las que se afirma fuimos educados los adolescentes de otros tiempos— algunos avances de la «tolerancia» más que pasmados nos dejan
desconcertados.
El hecho es que nuestros amigos daban su diario paseo río Arlanzón
arriba, siguiendo saludable
estrategia médica para combatir colesteroles, cuando una pareja
quinceañera, —ella y él— envueltos en carantoñas, besuqueos, arrumacos y tambaleos, a duras
penas lograban avanzar paralelos a su caminar. Trenzados por brazos y piernas y
con el pulso cabalgando al límite del éxtasis erótico, arriban a un chopo
próximo a la senda y, sin más preámbulos que los necesarios, —prolegómenos
que no es preciso enumerar por obvios—, culminaron sus ardores
adolescentes entre ímpetus, jadeos y éxtasis apoteósico. Y para que la anécdota
supere todos los límites de lo razonable, completaron esta su hazaña sin recato
alguno e ignorando la presencia de los caminantes que, como el grupo,
contemplaron atónitos la escena.
Ni gestos airados ni reprobación alguna de los paseantes estorba
tan «idílico» proceso y el dúo interpreta su partitura como quien recoge hongos
en otoño. Nuestros amigos, anclados aún en los principios de su educación
denostada, llenos de estupefacción y algunos sonrojos, dan en recordar otros
tiempos y otras aventuras paralelas. —«No es esto», pensaron. —«Cierto
que más de un celtíbero o celtíbera— ha sido fruto arriesgado de escarceos semejantes, al amparo del
ocaso en una romería abundosa de pitanza, rioja y gaita. Así que hasta aquí
nada novedoso en estos Dafnis y Cloe de la modernidad, —salvando
a aquellos de las enormes distancias en cuanto a dignidad y mesura— que ahora, rendidos sobre
el césped, unen a la impudicia de su audacia la derrota de sus cuerpos
semidesnudos.
Ontillera
01/08/2004
Como se verá por la fecha, el precedente evento fue contemplado
hace hoy exactamente diez años. Durante este espacio de tiempo, ha permanecido
guardado en la memoria como un hecho puntual sin otras dimensiones que las
propias de la ¿irreflexión y el aturdimiento? ¿O acaso el desafío a los
principios morales denostados? Sin embargo la coincidencia de una encuesta de
despropósitos para relatar primeras experiencias al caso, me ha obligado a
recordar.
Efectivamente; mi afición a la radio, en particular al espacio de
Onda Cero, «Herrera en la Onda», me ha permitido averiguar que las conductas se
han superado notablemente. En una de las secciones de las que se compone el
programa, participan los oyentes para aportar sus experiencias en torno a un
tema propuesto. En esta ocasión el argumento pretendía mostrar particularidades
íntimas y anecdóticas de la «primera vez» (ya se me entiende). Las
intervenciones de los comunicantes, variopintas, chuscas o jocosas,
discurrieron provocando las carcajadas más estridentes de los periodistas del
programa. Especialmente, cuando uno de los llamantes —vigilante
de una piscina pública— contó algunas de sus experiencias y una
especialmente desconcertante.
Abarrotada aquella de bañistas de todas las edades, el cuidador
mostró cierta perplejidad al comprobar que una gigantesca toalla, extendida
entre la afluencia, cubría un bulto considerable que se movía con un ritmo
harto sospechoso. Imaginando los motivos del traqueteo, levantó la toalla por
una esquina ―tan discretamente como pudo― y descubrió la causa del maremoto
erótico. Los protagonistas, a punto de culminar su éxtasis, lejos de pedir
disculpas o mostrar alguna forma de rubor, le pidieron un último minuto de
prórroga porque el lance estaba a punto de concluir.
Así lo contó el oyente y así lo cuento yo para quien quiera
juzgarlo.
Tal parece que los nuevos tiempos en las relaciones de pareja no
impongan límites ni a la indiscreción ni a la audacia. Un concepto nuevo de los
valores del sexo no tiene por qué convertirse en un descenso vertiginoso e
incontrolado hacia la indignidad y el impudor. Cierto, nada de hipocresías
trasnochadas ni tapujos alienantes que desdibujen lo más hermoso de la vida y
sus orígenes pero tampoco ninguna concesión a las veleidades de simios en
celo —con todo el respeto que nos
merece esta especie a la que parece estamos emparentados—. Si hemos de seguir siendo
seres humanos, inteligentes, conscientes y coherentes debemos, cuando menos,
alarmarnos y cuestionarnos si ese es el camino adecuado para liberar supuestos
tabúes y declarar sin ambages que semejantes comportamientos no solo no se
corresponden con nuestra dignidad sino que degradan la especie.
Ontillera
01/08/2014
miércoles, 6 de agosto de 2014
EL TACO
El conocido periodista don Manuel Campo Vidal juzgaba negativamente el extendido hábito del «taco» como muletilla frecuente en entrevistas y otros debates en la radio y televisión. Algo que forma parte del paisaje coloquial celtíbero ―frente a unas cañas de cerveza por ejemplo―, no parece lo más adecuado para dignificar la labor de periodistas y políticos cuando el ejercicio de la profesión de unos y la presencia institucional de otros demanda prudentes maneras en el hablar. No voy a ser yo quien añada nada al juicio adverso de don Manuel ―que por otro lado comparto― salvo el hecho de que semejante hábito y en niveles superiores al taco, es algo que demuestra la extendida pobreza en el uso de nuestro lenguaje, salpicado de expresiones abruptas a poco que uno tropiece con la oreja mientras camina por las aceras.
Aún recuerdo aquellos años en los que blasfemar era una falta penalizada con multas de «hasta cincuenta pesetas» cuando el protagonista lo hacía en lugares de concurrencia pública. Incluso permítaseme una frivolidad para mostrar el candor de algunos blasfemos de la época que sustituyeron socarronamente su hábito malsonante por expresiones para el regocijo como lo era aquello de quien, especialmente airado, estaba dispuesto a depositar sus heces coloquiales sobre «los chinches de la cama del sacristán» o «en las troneras del templo parroquial».
En el ámbito coloquial de nuestros tiempos se ha producido un cambio radical y generalizado en el uso de estas «muletillas» por demás semejantes a lo que en otros tiempos era inherente a la condición de carreteros y gañanes a quienes lo soez se indultaba por razón de oficio. Según parece, determinados exabruptos eran la mejor de las fórmulas para estimular a la obediencia de las bestias a las que conducían y, de paso, descargar la ira contra las anarquías y desencuentros que la irracionalidad de los animales provocaba.
Pues bien; tal parece que en estos tiempos se ha recuperado el hábito del taco ―en tono menor― y la palabrota ―en agudos con do de pecho― como fórmula de desahogo en algunos casos y como «cantinela» curalotodo en otros. Incluso no es nada infrecuente que la belleza y el encanto del hablar femenino se haya visto invadido por esta forma de expresión salpicada de desbarros, cuando menos poco elegantes.
Desde luego la libertad y la igualdad caminan paralelas y a nadie se le puede reprochar el uso a su antojo del vocabulario y las interjecciones malsonantes por razón de sexo. Faltaría más. Sin embargo, permítaseme cuando menos una cierta perplejidad consecuente con la dilatada experiencia del vivir. Ahora, en las generaciones de las nacidas en los años cuarenta a sesenta no es fácil escuchar exabruptos en la mujer acostumbrada a otros modos más discretos en la conversación. Y, si alguna incluye en la tertulia algún taco de bajo calibre, no sólo no resulta reprobable, sino que sirve de aliño jovial al conjunto de la expresión.
Pero coincidir con un grupo de ruidosos/as quinceañeros/as, en plena lucha verbal por sacar adelante sus propuestas lúdicas, puede revelar la zafiedad más deplorable para quien no está curtido en los modales de la relación moderna entre amigos y amigas. Y aquí es donde está el meollo de la inelegancia. Los «acogotados» tiempos de los años cuarenta a setenta, repletos de censura para esta peculiar maña, han dado paso a las libertades democráticas en que, sin saber por qué, han reverdecido aquellas trallas a las que los carreteros añadían sus «sonoras» imprecaciones.
Sólo una réplica como hombre de letras. Aludir a los atributos masculinos para usarlos envueltos en imprecaciones «de apoyo coloquial» parece que, cuando se pronuncian en bocas femeninas, produce una cierta perplejidad y, para quienes peinamos canas y aprendimos a valorar la feminidad de los modales, un desencanto.
Por lo demás, mis respetos para el grupo de quinceañeros/as que me han dado la oportunidad, ―por otro lado indeseada―, de participar de su tosco vocabulario, cuando menos, poco cauteloso. Si acaso, reclamar para el futuro un poco más de cordura en los decibelios. Aliviaría un poco la desilusión.
LA PRUEBA DEL NUEVE
LA PRUEBA DEL NUEVE
Hay una red ―«comercial.punto.com»―
empeñada en practicar la «prueba del
nueve» con irreprochable generosidad en todas sus ofertas. Siempre elude el
redondeo para que los posibles clientes, alentados con tan
espléndida liberalidad, agradezcan sus rebajas y se sienten privilegiados cada
vez que un artilugio que vale cien euros, cincuenta o cuarenta sólo hayan de
pagar por el primero 99,99€, por el segundo 49,99€, por el tercero 39,99€ y así
un largo etcétera con baile a la baja de millares, centenas o decenas, en
ofertas que increíblemente encandilan a las mentes. Es obvio que algún mecanismo
cerebral elimina de nosotros la racionalidad para hacer el juego a las leyes
del consumo y sus atractivos comerciales.
Es todo un alarde
del moderno marketing capaz de convencer al cerebro de que la rebaja aludida no
deja de ser una sensible atención al cliente. Incluso la devolución del céntimo
es todo un símbolo de la cordial aceptación del ardid comercial.
La evidente
ironía con la que pretendo juzgar esta fórmula de atracción de ventas, no lo es
tanto si analizamos que se trata de un hecho universal y que la mente humana
acepta de muy buena gana el más que evidente artificio. Porque cuando algún
posible comprador transmite a terceros el precio de la cosa, jamás redondea y
acepta los noventa y nueve céntimos como un dato decisivo para la aceptación
final de compra.
Supongo
que la psicología dispondrá de algún argumento para analizar el porqué de
semejante fractura mental pero, por nuestra cuenta, sólo podemos asegurar que
el valor de las cosas, por muy engañoso que se presente, adquiere un punto de
vista nuevo que altera el sentido común
y estimula a los compradores.
Todo es cuestión de eludir algún dígito en las decenas, centenas,
millares, etc. para que la «prueba del nueve» resulte comercialmente cuadrada.
domingo, 3 de agosto de 2014
EL CHUPA CHUPS
EL CHUPA
CHUPS
Con la
llegada de las vacaciones, especialmente las del verano, la presencia de los
nietos en casa de los abuelos es como una luz que ilumina los rostros y proporciona
alegría. Donde todo era quietud y serenidad, ellos lo convierten en bullicio,
risas y, por qué no decirlo, algún que otro alboroto.
Siendo todo
esto un auténtico regalo para despertar del letargo el mano a mano de los
abuelos, también tiene algunas servidumbres que, de puro simples y elementales,
sirven para descubrirnos la merma en la agilidad y reflejos que los años nos
han ido robando. Y para muestra un botón.
Cada vez que
una piruleta, un chupa-chups, una bolsa de patatas fritas, cheetos, sobrecitos
de cromos, muñequitos embutidos en plástico o cosa semejante ―con la
advertencia de «abre fácil»― que cae en sus manos, un servidor se echa a
temblar. Estoy dispuesto a admitir mi torpeza y hasta a recibir vituperios,
pero reto a los que me lean esto, a que hagan la prueba con un chupa-chups como
con el que mis dos nietos y yo nos hemos peleado. Sin duda hay un truco, una
muesca, un comienzo que facilite el desenvolverlo, pero conste que, en esta
ocasión, se puso tan terco que ni ellos ni yo conseguimos doblegar su
testarudez. Incluso nos sentamos al amparo de la sombra de una generosa acacia
que nos miraba con evidente conmiseración y en algún momento hasta con
socarronería.
Al final, y
después de marear la bola, fue la más pequeña la que dio con el secreto y con
un leve gesto, «déjame a mí, abuelo» y una uña precisa dio con el final del
envoltorio y la testaruda bolita desveló
su contenido.
EL ENTRENADOR PERSONAL
En ocasiones,
lo insólito se cuela paralelo a lo largo del carril y se convierte en muestra
para el debate íntimo; y este es el caso que me ha estado rondando a lo largo
de la pasada semana.
Cada día y a
la misma hora he podido contemplar a un varón ― probablemente superados los
sesenta años― caminando hacia atrás siguiendo la línea discontinua que separa
las dos direcciones de una calzada sin tráfico de vehículos a motor. A partir
de la primera presencia, di en pensar que algo poco ordinario había en tal
conducta. ¿Acaso alguna terapia impuesta? ¿Quizás una estimulación de reflejos?
¿Podía ser una forma de meditación?
Al cabo de los días sucesivos he pensado que
en ningún caso se trata de un trastorno mental porque el grado de serenidad y
control de movimientos del cuerpo no es posible realizarlos con tanta perfección
y exquisito cuidado como lo observado. Y ya se sabe, una consulta al Google y asunto concluido.
EL ENTRENADOR PERSONAL
Enlace:
«…Caminar hacia atrás se practica desde
hace mucho tiempo, especialmente entre las personas mayores como parte del
ejercicio diario para estar mental y físicamente en forma. Este tipo de práctica
también se conoce como retro-ejercicio.
Mucha gente en Japón practica este tipo
de ejercicio de caminar o correr hacia atrás. De esta forma, se queman varias
veces más calorías que el modo tradicional de ejercicio para hacer footing. En
los entrenamientos de diversos deportes como el fútbol, baloncesto o tenis
donde se requiere que los jugadores se muevan en todas las direcciones una de
las rutinas de entrenamiento es correr hacia atrás...»
— Se define parte del desarrollo
muscular en las piernas que hace que estén más fuertes. También se
mejora la coordinación deportiva. Este tipo de ejercicios nos ayuda a mejorar
el equilibrio. Algunas personas lo utilizan para la rehabilitación de las
lesiones.
— Caminar o correr hacia atrás
requieren más esfuerzo físico de lo normal. Es probable que su frecuencia cardíaca aumente aún más en comparación cuando se está moviendo hacia adelante.
— Muchos japoneses realizan este tipo
de ejercicio de caminar o correr hacia atrás para quemar más calorías.
— Con 100 pasos hacia atrás estamos
quemando las mismas calorías que si realizáramos de 300 a 500 pasos convencionales
hacia delante.
— Además, cuando se ejecuta este tipo
de entrenamiento de manera inconsciente se aumentar la longitud de la zancada
en cada paso hacia atrás.
— Muchos velocistas incorporan este
tipo de ejercicio en su rutina de entrenamiento.
— Por último, pero no menos importante,
caminar hacia atrás es una buena manera de bajar cuestas muy empinadas si
sufrimos dolor de rodilla o lesiones en músculos del tren inferior. Caminando
hacia atrás tenemos una menor presión sobre la articulación de la rodilla.
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