domingo, 28 de julio de 2013

GUÍA DE AVES



He recorrido las páginas de esta GUÍA DE AVES ―cuya portada muestro con especial orgullo― de la que es autor Nicolás Gallego Rojas, villadieguense y enamorado incondicional de la naturaleza de la que ha obtenido las bellísimas imágenes que este libro guarda como tesoros. En el proceso que le ha llevado a completar las fotografías de *149 especie de aves ―fruto de su capacidad para atrapar pacientemente el candor y la dignidad de todas ellas― hay que añadir la excepcional calidad de las mismas y el evidente respeto con que las muestra sin interferir ni manipular conductas o hábitat.

Como guía de consulta, es la mejor referencia que cualquier comarcano nacido entre los espacios de Amaya y el Camino de Santiago puede examinar para mantener vivos los sonidos del campo que le rodean en su diario vivir: el arrullo de palomas y tórtolas; los cantos de la perdiz roja anunciando retos, peligros, amor…; los trinos de jilgueros, mirlos, petirrojos, pinzones derramando sinfonías y color…; el trajín de las golondrinas alimentando a sus crías… Todo compartido con el hombre en las madrugadas y atardeceres del tajo en el campo o en el sereno discurrir de las estaciones para conformar el escenario armonioso de las aves del campo que “ni siembran ni recogen…” y convierten en vergeles de serenidad el discurrir incierto de cada día regalándonos con su estimulante presencia.

Esta breve muestra de mi paseo por las páginas del libro ―capaces de resucitar la nostalgia del campo olvidado y nunca perdido del todo― me lleva a admirar y agradecer la singular hazaña de Nicolás, reflejada en cada muestra de su paciencia, destreza y cariño dedicado a cada una de las aves que desfilan en este espectacular, laborioso y fascinante trabajo.

 Avutarda

 Buitre leonado

 Buitre leonado

Codorniz

 Cuervo

 Estornino negro

Estornino pinto

 Garza real

 Garza real

 Golondrina común

 Gorrión común

 Jilguero

 Martín pescador

Halcón peregrino

 Mirlo común


 Mochuelo común

Paloma torcaz

Perdiz roja

*las fotos del mochuelo común (grande), gorrión molinero, cernícalo patirrojo, escribano palustre y corregimos gordo (pequeña) han sido realizadas por David González Ortega.

TOMAR LAS DE VILLADIEGO




Mi amigo y paisano Antonio Martínez ha puesto a disposición de quien desee hurgar en la trayectoria de los dichos, el que configura con mayor difusión el marchamo de la villa en la que ambos nacimos. Mencionar Villadiego en cualquier tertulia a lo largo de la geografía lingüística universal del castellano, supone el debate de los orígenes de la expresión con variadas interpretaciones acerca de sus orígenes. Porque "Tomar las de Villadiego" es una referencia ampliamente utilizada en nuestro idioma para mostrar la urgencia o el deseo de incorporarse a la hospitalidad de la villa con distintos matices.

Y este ha sido el propósito de Antonio; contribuir con su esfuerzo investigador a coleccionar abundantes referencias de su uso a través de la historia coloquial en la que el dicho ha sido y esta siendo utilizado con variadas interpretaciones. Desde la adquisición de una hermosa prenda de vestir en tiempos medievales, hasta la leyenda que figura en bajo relieve ―integrado en una de las columnas que sustentan la Casa Consistorial de la villa― pasando por referencias literarias del valor de la Celestina o el Quijote, hay una múltiple referencia de textos que permiten el debate para elegir la tesis que el lector estime más acorde con su personal interpretación. Así lo ha concebido el autor y así lo aceptamos 





EL SEÑORÍO DE UNA VILLA




Supongo que el amor a la tierra en donde uno ha nacido lleva inherente el marchamo peculiar de las relaciones humanas y el entorno social que las configuran. Es como si al nacer se imprimiera en la personalidad una huella genética local que le identifica con toda suerte de localismos y afinidades que singularizan su procedencia y honran sus orígenes. Algo así he sentido al pasear por las páginas del libro VILLADIEGO, DE UNA VILLA DE SEÑORÍO AL SEÑORÍO DE UNA VILLA de mi estimado amigo y compañero Heliodoro Pablo Salazar.

Es un libro hermoso de presencia y denso de contenido, fruto de un laborioso trabajo de investigación que pone al servicio de la memoria de la villa toda suerte de datos, apuntes y eventos que configuran la historia viva de un asentamiento humano nacido en la prehistoria y consumado en una espléndida realidad repleta de acontecimientos e historia.

sábado, 27 de julio de 2013

NOSTRADAMUS


No menospreciéis las profecías;
antes bien examinadlas a fondo
y retened lo que tienen de bueno

SAN PABLO A LOS TESALONICENSES


jueves, 25 de julio de 2013

GRAFFITI

(Burgos) Paseo de Atapuerca 25/julio/2013 

Desde su más remota existencia, el hombre primitivo mostró sus afanes pictóricos en cuevas y cavernas en las que dejó su huella mágico-religiosa ―según se cree― para propiciar la caza. Sin duda, ambas muestras representan la completa integración del arte, la religión y la vida cotidiana de aquellos remotos antepasados. De manera que nada nuevo hay bajo el sol en cuanto a los valores culturales que ello significa.


Tampoco es nada nuevo comprobar que, a lo largo de los siglos, las representaciones pictóricas han mostrado espléndidamente la capacidad humana para plasmar la belleza que le rodea. Sin otro propósito que el de contribuir a embellecer y perpetuar toda suerte de espacios naturales, personas o eventos, las habilidades artísticas de los mejor dotados han plasmado con el arte gráfico el relato permanente de la vida del hombre sobre la tierra.



TAGS
A finales de los sesenta los adolescentes en la ciudad de Nueva York empezaron a escribir sus nombres en las paredes de sus barrios, aunque en realidad utilizaban pseudónimos, creándose así una identidad propia en la calle. Estos chicos escribían para sus amigos o incluso para sus enemigos. Quizás el ejemplo más significativo y a la vez el más conocido por todos sea el de Taki 183, un chico de origen griego que a la edad de 17 años comenzó a poner su apodo. Su verdadero nombre era Demetrius (de ahí el diminutivo “Taki”) y 183 era la calle donde vivía (poner el nombre de la calle fue un elemento usado por muchos más escritores). Taki trabajaba como mensajero y viajaba constantemente en el metro de un lado a otro de la ciudad. En el trayecto estampaba su tag (firma) en todos los lados, dentro y fuera del vagón. Estos actos le convirtieron en un héroe y poco después cientos de jóvenes empezaron a imitarle.



En los últimos tiempos, la proliferación de “tags” en la calle  convierte a ésta en lo más parecido a una erupción cutánea capaz de eclipsar cualquier espacio, incluso la belleza de los más preciados monumentos del recinto urbano. Su audacia no tiene límites y abarcan toda clase de superficies; mobiliario urbano, rótulos de información cultural y turística, señales de tráfico, árboles, farolas, rótulos comerciales, escaparates, trenes, coches y cualquier otro espacio, público o privado a su alcance…













Según informan desde la Unidad de Salud e Inspección Ambiental (USIA) del Ayuntamiento de Burgos, en lo que llevamos de año, se han limpiado unos 60.300 metros cuadrados de pintadas en la capital burgalesa, lo cual ha supuesto más de 1.000 actuaciones. Para ello, han sido necesarios más de 6.400 litros de pintura y el coste de estas intervenciones ronda los *500.000 euros anuales, importe aproximado de 50.000 menús del día capaces de alimentar a otros tantos comensales en situación laboral crítica) 

GRAFFITI
Por otro lado, la espléndida capacidad creadora de los muralistas plásticos convierte en luminosa y atractiva cualquier pared o superficie cuya gris presencia desmerece del resto de espacios que la circundan. En ocasiones, la única manera de liberar puertas o persianas comerciales del acoso indiscriminado de “tags” consiste en financiar un graffiti artístico que, tácitamente, será excluido de su objetivo por los llamados “escritores”.










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domingo, 14 de julio de 2013

ONDA CERO - COMO EL PERRO Y EL GATO


"COMO EL PERRO Y EL GATO"




Escuchar:

Mi sincero agradecimiento a Carlos Rodríguez y todos los demás componentes de su equipo por la deferencia que tuvieron incluyendo el precedente mensaje en su programa "El Perro y El Gato"

Eduardo García Saiz

Acceso al libro y descarga gratuita:
http://www.bubok.es/libros/205185/Memorias-de-un-sexagenario-adolescente


sábado, 13 de julio de 2013

EL "LOCTITE"

El ingenio humano para rebautizar a cada quisque no tiene límites, especialmente si el sujeto ofrece alguna pista segura para ser, además de originales con el apodo, certeros.

Hay un personaje adicto a la barra y no me refiero a la del lanzamiento en el tradicional deporte rural de Castilla, sino a la del bar con la que parece haber establecido un convenio de mutua asociación. El hombre llega al establecimiento y, dispuesto incluso a esperar que se libere el lugar que ocupa habitualmente, se acoda en el mismo rincón, y consume a breves sorbos la caña de cerveza que le acaban de servir. No es lo que se dice un hombre locuaz, lo que le convierte en indiferente y por tanto ajeno a las tertulias que se desgranan entre las cuadrillas que acuden diariamente al reclamo de la sed y la charla. Cualquiera que desconozca su hábito estático puede pensar que es una de esas estatuas que ahora colocan en los lugares más estratégicos de las ciudades como atractivo cultural y turístico. Pero no; porque si bien es evidente que se mueve poco o nada y que raramente se desplaza lejos de su área de asentamiento a lo largo del mostrador, lo cierto es que su quietud es tan absoluta y su presencia tan discreta que parece pegado firmemente a la barra que le sustenta.




Y aquí viene el ingenio a que me refiero. Como su hábito es diario y la quietud absoluta, los incondicionales del establecimiento que le conocen y le contemplan de ese modo cada día y a la misma hora, han dado en apodarle “LOCTITE”. Eso, como el poderoso pegamento que parece mantenerlo adherido.     

viernes, 12 de julio de 2013

DE BICICLETAS Y CABRIOLAS

Llegar a la jubilación, en razonable estado de salud, es una de las metas más anheladas por quienes han dedicado su dilatada vida laboral a ser útiles a sí mismos y a los demás en cualquier actividad humana. Cuando llega este momento, uno confía en disfrutar de las aficiones más o menos secretas que el ajetreo del afanar le ha impedido llevar a cabo y se dispone a disfrutarlas a pleno pulmón. De entre todas ellas quizá la “dirección de obras” y el caminar sean las más socorridas y que menos experiencia reclaman. La primera significa, además de observar y criticar, la posibilidad de contrastar pareceres con otros “expertos” con los que al final se termina hablando de la traída de aguas a la villa de los contertulios o de la construcción del silo en tu pueblo. La segunda, te permite descubrir aspectos desconocidos de la ciudad en la que has consumido tu vida entre multitud de vicisitudes de toda índole, con experiencias de todo signo, incluidos ―¿por qué no?― los momentos ingratos, que, según la voz popular más pesimista, son los más frecuentes.

Sin embargo, tal parece que este segundo entretenimiento se esté convirtiendo en los últimos tiempos en una actividad harto peligrosa desde que el ilimitado concepto de libertad y la tan manida tolerancia hayan disparado al alza las cotas menos razonables del derecho de todos. Especialmente cuando uno se dispone a hacerlo por un “carril peatonal” en horas punta. Supongo que ya se me habrá entendido la doble intención con la que empleo el término carril porque la acera hace mucho tiempo que ha dejado de ser de uso exclusiva para peatones  obligados a compartirla con múltiples versiones de vehículos de dos ruedas. Es cierto que la inmensa mayoría de los ciclistas que la invaden se suelen comportar discretamente y que en muy raras ocasiones lo hacen de forma avasalladora; pero hay también algún grupo de mozalbetes que la están convirtiendo en una especie de gymkhana para la que los peatones son los obstáculos a sortear. Hasta esto sería disculpable si no fuera porque imprimen a las piernas el máximo de su fortaleza física y, a su habilidad, las más arriesgadas cabriolas con las que consiguen amedrentar a todos. De nada sirven las reconvenciones o palabras airadas ─en ocasiones especialmente gruesas─ de los caminantes porque, aun mediando estas, los recorridos son maquinados de ida y vuelta y, al morbo del riesgo, los chicos añaden la deliberada provocación a los viandantes críticos en sucesivas pasadas.



Hablar de mayor enfrentamiento con los ciclistas de las aceras, si supera los límites de la mesura, puede terminar con el valiente convertido en culpable de comportamiento reaccionario o, cuando menos intransigente y, si se me apura, con los huesos en urgencias hospitalarias. En estas ocasiones uno se pregunta, además de por qué tienen lugar estos atropellos, a quién compete evitar que se produzcan. No es mi intención entrar en detalles del quién, cómo y cuándo debe ponerse el dedo en la llaga, porque en alguna medida todos somos culpables de los múltiples abusos como este y de otro tipo que se cometen invocando deslealmente la tolerancia. 





Imagen de Google

Al fin, y a título de ocurrencia peregrina, se me ocurre la solución más adecuada para el caso que nos ocupa. Desde que el carril bici se está abriendo camino en la ciudad, tengo que proclamar que es esta la vía más segura para los andarines porque por ella se mueven las bicicletas más responsables y prudentes. Cierto que hacen sonar sus timbres con evidente desasosiego y en ocasiones no admiten de buen grado la invasión del caminante pero ni producen riesgos ni atropellan. A ellos vaya mi profundo agradecimiento y la demanda de un poco de paciencia hasta que las aceras vuelvan a ser lo que siempre fueron, “orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie.”

EL CAJERO

No me refiero al oficinista tradicional del que uno esperaba impaciente el reintegro liberador de insolvencias cuando los finales de mes se extendían de forma más que alarmante. Incluso en ocasiones –las menos– uno acudía a él, con más soltura en este caso, cuando depositaba en sus manos los humildes ahorros de la alcancía recién esquilmada. Siempre persona discreta, tomaba nota de tus decisiones, entre parsimonias o prestezas, según el caso, y apuntaba en la libreta cada movimiento con la seriedad que corresponde a tan respetable norma del toma y daca.


Imagen de Google

Desde esta entrañable y arcaica relación hasta el robot de hoy, aparentemente insensible con nuestros manejos, hay un paso de gigante que provoca desde recelos hasta delirios según la situación contable de nuestras liquideces. Incluso en ocasiones decide por su cuenta si procede o no aceptar alguna de nuestras decisiones económicas como es el caso del que ahora me ocupo.

Era hora temprana de un fin de semana cuando nuestro hombre acude con su tarjeta al cajero para reclamarte una respetable cantidad de euros. Como es lo habitual, introduce la tarjeta en la ranura, siempre insondable, y espera la bienvenida. Pasa el tiempo prudencial y la máquina añade un extra imprevisto para, inesperadamente, decidir algo en sus tripas mecánicas que la impulsa a no colaborar. Nuestro hombre no es nada violento pero su irritación íntima le provoca un cierto desasosiego y una razonables dosis de cabreo. Con esta alarma en el ánimo y la tarjeta en las fauces del artilugio traidor, aplaza el deseo que le obliga a esperar su reclamación hasta el comienzo de la semana inmediata. 

Imagen de Google

Una dama, a todas luces anglosajona, ajena sin duda a la peripecia de nuestro protagonista, penetra tras él en el cubículo para llevar a cabo su propia gestión mientras nuestro hombre abandona el espacio con irritación y desconsuelo. 

Con la contrariedad a cuestas, discurren sábado y domingo y el desairado cliente acude el lunes a la oficina principal del banco para recabar información sobre su peripecia. Y la alarma se instala en él al descubrir que el cajero insolente cargó en su cuenta el reintegro denegado. Sin embargo, hay una dama cuya presencia va a convertir en albricias su desconsuelo. Es ella, la mujer rubia que le siguió, la que había recibido sin pedirlo el dinero que se le había negado. Y está en la oficina para devolver los billetes de la frustración. La mujer se incorpora al mostrador y deposita en él un sobre cuyo contenido dice haber recogido del cajero que el pasado sábado se extralimitó en sus funciones. Lo lleva con el propósito de que la institución se lo devuelva a su legítimo propietario que la está escuchando atónito.

No tanto por la recuperación económica, que también, como por el sorprendente gesto que convierte la mañana del lunes en un recuerdo imborrable, impulsa al hombre a mostrarla la más efusiva y sincera de las reacciones con un abrazo que ella, sorprendida, apenas entiende. Tal es el sentido de la honradez que la domina. Decididamente, casi todo el mundo es bueno y él así lo pregona para mostrar a quien quiera escucharle que, afortunadamente casi todo el monte es orégano. Y el que acaba de conocer, de la mejor de excepcional calidad.


ZODIAC

Gijón siempre ha sido nuestro refugio preferido en las escapadas en busca de terapias de remedio contra la ansiedad. Esos espacios grises en...