miércoles, 10 de julio de 2013

BLANCO Y NEGRO; LOS COLORES DEL SECRETO

Nunca olvidaré la primera cámara fotográfica que adquirimos con el trasiego nutritivo de las onzas de chocolate consumidas en el ámbito escolar. Y digo adquirimos porque fue una propuesta de nuestra humilde comunidad escolar que decidió unánimemente aportar los cromos de cada tableta para completar el álbum y con él la promesa del obsequio.

En aquella época, la escuelita era el centro de nuestro universo en el que la belleza natural del entorno nos empujaba a guardar cada imagen visual como un tesoro. Los recorridos ladera arriba, en busca de nuevas perspectivas o impelidos por el afán de competir, nos deparaban nuevos y furtivos parajes de ensueño. Los primeros en llegar nos alentaban, para apurar nuestras doloridas piernas y sucumbir sobre la alfombra verde que lo cubría todo. Y, exhaustos, reposábamos bajo las ramas de aquel árbol centenario lleno de vida, años e historia. Y calculábamos anillos, y décadas de su poderoso tronco extendiendo nuestros brazos en su entorno como para jugar al corro y medir su fortaleza. Y admirábamos la rugosidad de sus ramas siempre enhiestas junto al frondoso paraje que le circundaba… 


Los niños y yo fuimos felices el día que situamos el último cromo en la última página y enviamos el álbum para reclamar nuestro premio. Y el premio a la perseverancia llegó con aquella cámara oscura que nos pareció venida de la generosidad de los Magos de Oriente aunque fuera en abril. Ya sólo nos faltaba el carrete del que presto se encargó el maestro. Fotos en blanco y negro, en negro y blanco… Fotos al entrar en clase, y al salir, y al jugar, y al competir, y al bromear… Fotos que nos llenaron de euforia cuando aquellos días de ascensión a la meta del vetusto roble, nos permitieron llenar de asombro la “corchera” de la clase repleta de imágenes fruto de nuestras escaladas. 

De esto hace ya más de cincuenta años y aún siguen en mi memoria aquellas imágenes de la clase de Naturaleza en vivo con la flora objeto de nuestras excursiones y la humilde cámara oscura… 



IMÁGENES PARA EL DELIRIO


Ahora, después de contemplar cada imagen que la agudeza de mi sobrino Diego captura entre sensaciones y pericia, no puedo por menos que mostrarle mi perplejidad y asombro ante tanta belleza que, escondida en la aparente simplicidad del blanco y negro, provoca toda suerte de emociones. Es un obsequio generoso que le agradezco como devoto admirador y que, con su permiso, pongo a disposición de mis amigos del blog para compartir con ellos el placer de disfrutar del color del invierno que lo envuelve todo con ternura.



































Muchas gracias, Diego

jueves, 4 de julio de 2013

POR TIERRAS BURGALESAS DE LARA (años cuarenta)




Quintín era una especie de buhonero capaz de endulzar la piedra pómez o vender un ajuar de novia a cualquier esposa y madre de larga prole y, aún así, dispuesta a escuchar su verborrea de halagador curtido. Habilísimo mercader al detalle, recorría las aldeas de las Laras cargado de enseres para satisfacer las demandas de utensilios para el vasar, recipientes para conservar encurtidos, vasijas artesanales para el agua o el aceite y otros útiles domésticos. Tampoco faltaban en su oferta los primorosos candiles de hojalatero que iluminaban el ordeño de las ovejas o los sombríos atardeceres al amparo de la gloria o el fogón. Era ducho en comerciar con pastores y gañanes cuyas artesanías, elaboradas pacientemente en madera de boj, compraba a bajo precio y vendía con pingüe beneficio. Incluso era especialmente diestro en manejar las situaciones más peregrinas con la audacia de quien arriesga poco y disfruta mucho.

En la época de las matanzas del cerdo, allá por San Martín, era tradición que las primeras delicias porcinas fueran motivo para la distendida tertulia de los vecinos varones de la aldea, a la vez que disfrute gastronómico con hogaza, trago de porrón y cigarro. Sin embargo, como no hay cosa humana en este mundo que no tenga su aquél, en estas ocasiones siempre había un desequilibrio entre las aportaciones porcinas y el número de comensales. Eso, que había un tertuliano, y siempre era el mismo, que consumía alegremente de las raciones de todos y nunca aportaba la suya. Los cachazudos vecinos aceptaban de mala gana semejante desfachatez y hartos de sufrir tanto desaire, decidieron recurrir a las mañas de Quintín para escarmentar al glotón insolidario.


Cuando este llevó a cabo la matanza de su cerdo y puso a buen recaudo lo que debería de ser compartido, nuestro héroe decidió el plan a seguir para hurtárselo y comerlo en su ausencia. Efectivamente; cuando el sueño de los vecinos comenzaba su travesía nocturna, de forma insólita y harto alarmante, comenzó a sonar una de las campanas en la torrecilla del templo sin que hubiera caso o razón para tales tañidos. Ni siquiera eran sones regulares alertando a todos de algún fallecimiento inesperado, incendio o desastre natural. Eran tañidos anárquicos y sin secuencia alguna que pudiera ser interpretada según las normas al caso. Pronto se extendió la alarma en la aldea, pensando que había de ser cosa de almas en pena o sortilegios de brujería y, en masa se reunieron los vecinos frente al templo para comprobar que, efectivamente, la campana seguía en su sonar sin averiguar ni el quién ni el porqué. 

Uno de los muchachos más audaces decidió encaramarse a la espadaña de la iglesia y pudo comprobar que nada extraño se observaba en el entorno de la campana y que la cuerda anudada al badajo apenas se movía como lo hacía con el airoso vigor de los días de fiesta. Sin embargo, sí lo hacía como para que sus sones se oyeran claramente. Incluso la temeridad del valeroso joven llegó a más. Con la fortaleza de su años mozos cogió la cuerda y, de un fuerte tirón, la elevó algunos palmos provocando un más que alarmante aullido que sembró el espanto en la concurrencia y especialmente en el muchacho. A punto estuvo el zagal de dar con sus huesos en el suelo pensando en cosa de difuntos airados dispuestos a cometer cualquier desafuero para castigar su felonía. 


Sin embargo, se impuso la cordura y, reclamada la llave del templo a la sacristana de la parroquia, pronto se descubrió el enredo. Con todas las cautelas del mundo abrieron las puertas del templo de par en par y descubrieron la causa del alboroto; allí estaba el mastín compañero de andanzas de nuestro buhonero con la cuerda del campanario atada a su rabo. El animal, tratando de deshacerse de semejante trinca, cada vez que se movía provocaba un leve tirón de la cuerda y el badajo se ponía en movimiento haciendo sonar a la campana. 


La carcajada unánime no fue excusa para no maldecir la añagaza de Quintín que interrumpió de forma tan alarmante el sueño de todos. Este, con la ayuda de un par de secuaces, estaba ya poniendo a disposición de los camaradas la ración de cochino que, gracias al alboroto, fue posible hurtar de la casa del gorrón. La tarde del día siguiente fue el momento para la chufla y el disfrute de la exquisita ración que el “andanas” tenía reservada para otros paladares.

sábado, 29 de junio de 2013

BURGOS POR EL COMERCIO JUSTO






FlashMob de la Campaña "Burgos, ciudad candidata Comercio Justo" con la participación de la Academía de Baile Arabesque, el grupo de percusión Sunu Fech, la Asociación Cultural la Empecinada, el grupo Bambalúa Teatro, LA CORAL DE CÁMARA "SAN ESTEBAN" y alumnos, alumnas y profesores del Simón de Colonia.

Esta actividad se integra dentro de la Campaña "Burgos por el Comercio Justo", puesta en marcha por las cerca de 30 ONGs de Cooperación al Desarrollo que forma parte de la Comisión de Educación y Sensibilización del Ayuntamiento de Burgos.


sábado, 22 de junio de 2013

HOMENAJE

Ayer, Juan José Rodríguez Villarroel cumplía 25 años como director del Colegio “Apóstol San Pablo” y por deferencia de los profesores del Claustro, participé de este acontecimiento para mostrarle a mi amigo y compañero, además de mi más cordial enhorabuena, mi respeto y consideración por lo que considero una hazaña educativa plagada de brillantes éxitos. Así que mi presencia en el acto, que estaba prevista como emotiva sorpresa añadida el merecido homenaje que le dedicaban los profesores, me deparó esta oportunidad para dedicarle una palabras de enhorabuena y estima.

A JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ VILLARROEL
DIRECTOR DEL COLEGIO "APÓSTOL SAN PABLO" DE BURGOS


Corría el año 1975 cuando el Colegio Apóstol San Pablo abrió sus puertas para resolver un acuciante problema de escolarización en esta zona de Gamonal. El planteamiento era tan sencillo como habilitar los espacios construidos por el arzobispado de Burgos, junto a este templo, con intención de salones parroquiales para convertirlos en urgentes aulas educativas. El futuro del centro, tan impreciso en las circunstancias administrativas como limitado en el tiempo de funcionamiento provisional previsto, se planteó en términos de caducidad hasta la conclusión de la obra de algunos colegios públicos que resolvieran definitivamente la escolaridad en el sector. Esto era en septiembre del año 1975 y esas eran las premisas.


Con este breve apunte queda dibujado un proyecto escolar nacido con incertidumbres de futuro y que, sin embargo, dotado siempre con entregados grupos de docentes, ha llegado a ser lo que es hoy; una espléndida realidad.


Sin olvidar ni a una sola de las personas que han aportado su experiencia profesional, durante estos treinta y ocho años de entrega, hay una figura que representa el tesón, la profesionalidad y las dotes de entrega para mantener a flote esta concluyente realidad que es hoy el Colegio “Apóstol San Pablo”. 

Para quien, como es mi caso, conoce a fondo todos los avatares del vivir de mi amigo y compañero Juan José, con el que he compartido docencia y aficiones musicales y vivido experiencias dolorosas, no le resulta difícil hacer una semblanza de los veinticinco años de trayectoria que le han convertido en el alma, la imagen y, sobre todo, en el más apasionado valedor de un empeño educativo contra viento y marea.


Él ha sabido canalizar voluntades y entregas y llevar al centro al incuestionable prestigio que, entre otras muchas cosas, le ha convertido en referencia líder en el ámbito de la interculturalidad en España, excepcional meta educativa, llevada a brillante culminación con importante premio nacional incluido. Él, con dedicación inquebrantable, ha compartido las labores directivas y docentes en el Colegio con la más cara de sus aficiones, dirigiendo al alimón el centro y la coral de Cámara San Esteban, de todos conocida por su prestigio, gracias también a su dilatada y permanente entrega.



Diario de Burgos, sábado 27 de octubre 2007

El talante abierto que le caracteriza le ha llevado a llenar su agenda social de una numerosa y privilegiada colección de amigos entre los que me honro en pertenecer y, sobre todo y aunque la emoción me embarga cuando esto escribo, ha sido para mi la muestra más evidente de un acierto educativo que tuvo lugar aquel junio de 1984. Razones de índole administrativa me obligaron a abandonar este centro y él ocupó mi espacio con redoblado entusiasmo. Asumida la dirección, durante veinticinco años, ha llegado el momento de reconocer su dedicación y esfuerzo. Todo ello después de haber conseguido que lo que naciera entre incertidumbres de futuro hoy sea una espléndida realidad educativa capaz de alimentar sucesivas metas y proyectos. No en balde, como buen jefe, está rodeado de excelentes profesionales, capaces de asumir con su mismo entusiasmo el desarrollo de nuevas propuestas que hagan de esta comunidad escolar un modelo a seguir.

Querido amigo Juan; es para mi un honor participar en este acto de reconocimiento y un orgullo comprobar, una vez más, los inestimables valores docentes y el cariño que has cosechado en el día a día de tu entusiasmo educador. Y que ahora, en este acto y por gentileza del claustro de profesores, pueda yo también participar en el merecido y cariñoso homenaje que todos te dedicamos con los brazos abiertos y el más generoso de los aplausos. Mi más cordial enhorabuena.


Eduardo García Saiz
21- junio - 2013





sábado, 25 de mayo de 2013

FERIAS Y MERCADOS EN VILLADIEGO

                              ANTAÑO (años cincuenta)




(Pintor RODOLF ABBAD)
Entrañables murales expuestos en el Hogar del Jubilado, 
salón de la sucursal de CajaCírculo en Villadiego 


Ganados, hortelanas y otros mercaderías (de mis Memorias)


"......Al reclamo de aquellos tropeles humanos, presentes en el mercado o las ferias, llegaban también las hortelanas de Melgar de Fernamental en sus tartanas de mulas repletas con los productos de las huertas. Frutas y hortalizas, tras la descarga, se apilaban en pirámides de un lado a otro de la plaza bajo la complaciente mirada del Padre Flórez. Nosotros también mirábamos aquella gigantesca despensa verde pero con ojeadas menos confesables. Sustraer alguno de aquellos apetitosos pepinos o un pimiento morrón para saborearlos lejos de la plaza, representaba todo un reto que siempre había alguien dispuesto a superar. Provisto de una larga vara de carretero con aguijón bien afilado y una buena dosis de audacia la cosa parecía posible. Y a menudo se conseguía pasando la vara entre las piernas de los numerosos clientes y curiosos de los puestos. Escondido tras ellos, bien lanceado el pimiento y discretamente arrastrado a través de la muralla humana, al osado ya sólo le quedaba correr con él tan veloz como lo permitieran sus piernas. En ocasiones, la hortelana descubría la desvergüenza y vociferando a grito pelado, más por burlada que por hurtada, conseguía amedrentar al ratero con sus improperios y este abandonaba el botín para huir aún más despavorido si cabe. Cuando la empresa llegaba a buen fin, el pimiento era, más que un premio a la audacia, un castigo a la glotonería porque en ocasiones picaba que alampaba y no había valiente que soportara semejante escarmiento en la boca.

          Pero la Plaza Mayor no era el único lugar en el que se desarrollaban las ferias. La villa disponía también de otras plazas en las que se facilitaba la concurrencia por separado de animales, productos alimenticios y ofertas artesanales o de la escasa industria del momento. Cierto que en aquel recinto, además de las hortelanas, se ubicaban los vendedores de aves y huevos, conejos, legumbres, quesos, frutos secos, semillas, plantones, aperos para la labranza, toda suerte de recipientes de alfarería y un largo etcétera de artículos que en los pueblos de la comarca raramente se podían conseguir. Además, allí estaba situada la mayor parte del comercio de la villa en el que los visitantes podían adquirir desde unas alpargatas de cáñamo hasta un ajuar completo para la novia, pasando por una extensa oferta de mercería, droguería, ferretería, materiales para la construcción, etc. Y, como regulando aquella amalgama, allí estaban también la mayor parte de bares y tabernas del pueblo dispuestas a calmar la sed y el apetito de todos y facilitar las relaciones comerciales de tratantes y aldeanos entre trago y cigarro.

          En el resto de las plazas se situaba toda la fauna doméstica llegada en ocasiones desde otras provincias y presta para ser vendida al mejor postor. Así, en la extensa plaza próxima al templo de Santa María se reunía todo el ganado bovino y los équidos en espacios separados entre sí. El gigantesco rebaño de bueyes, vacas y terneros se situaba junto a los aledaños del matadero municipal y, el ganado mular, caballos y yeguas aquellos gigantescos percherones de cuartos traseros como divanes, traídos a la feria desde Holanda según algunos enteradillos, ¡vete tú a saber…! se arremolinaban en torno al crucero de piedra entonces ubicado a pocos metros del templo. En la plaza de los Mártires de la Tradición podían verse todos los tamaños de puercos —algunos de dos patascon sus ruidosos lechoncillos apenas recién nacidos. Y en la plaza de Roma —en la que estaba instalada la báscula municipal para el pesaje de animales, se exponían las ovejas y los corderos que alfombraban el suelo con sus peculiares cagarrutas.

          Entre todo este mundo animal se movían tratantes y ganaderos practicando unos y otros el regateo y confirmando sus ajustes con un estrecho apretón de manos que equivalía al más sólido de los contratos ante notario. Por allí andaban también los gitanos capaces de convertir un jamelgo escuálido o un asno macilento en vigorosas bestias de montar. Y, cómo no, por allí andábamos nosotros sorteando astas, rabos y coces, provocadas a veces estas últimas por el aguijón bromista de Manolo entrañable amigo de la infanciaque se desenvolvía como pez en el agua entre aquel zoológico. Alguna vez voló por los aires corneado por las astas de un novillo poco amistoso que bien podía haberle descalabrado si la Providencia no hubiera estado al quite. Como muestra del lance, exhibía después algún rasguño delator que más que una herida dolorosa era para él un valioso trofeo de safari. 

          El mercado de los cerdos, a pocos pasos de mi casa, era un espacio emplazado bajo los soportales de la Plaza de los Mártires de la Tradición y repleto de cajones de madera en donde los vendedores mostraban sus puercos y algunos ganaderos, todo hay que decirlo, sus reprobables ordinarieces. Allí, los clientes presionaban con sus manos los lomos de los paquidermos, como para calibrar el grosor de los perniles, y los cerdos reaccionaban con ensordecedores gruñidos. Semejante concierto, unido al olor fétido de los excrementos, hacía poco apetecible la visita y no tardábamos mucho en abandonar el lugar para dirigirnos a la plaza de las ovejas. En este lugar, pisar el suelo sin aplastar una cagarruta era casi imposible. Y aunque no lo parezca, también se corría cierto peligro de salir trasquilado por acoso y derribo. Porque junto a tanta mansedumbre de ovejas y corderillos había algún que otro carnero con maneras taurinas que podía darle un buen susto a uno con una de sus peligrosas mochadas. Sobre todo si andaba por allí Manolo provocando al borro o empeñado en ordeñar a alguna de las ovejas de su particular harén....".
  

HOGAÑO











miércoles, 22 de mayo de 2013

CONCIERTO EN EL FÓRUM EVOLUCIÓN DE BURGOS

ORQUESTA SINFÓNICA DE BURGOS Y
CORO DE LA FEDERACIÓN CORAL BURGALESA

Quinto Concierto de abono (domingo 19 de mayo de 2013)


Los conciertos de la Sinfónica Burgalesa representan un aliciente periódico para melómanos hasta el extremo de conseguir desbancar a la alternativa del fútbol televisado por muy apañado que sea el encuentro. Y confieso que esto me llena de placer ―aunque me confiese aficionado de sillón― porque significa que algo muy hermoso está sucediendo en el entorno cultural de la ciudad y de manera especial en la música sinfónica.

Tratar de estimular la atención musical del lector, con el relato pormenorizado del programa, sólo conduce a que, pase página y acuda presuroso a la de los últimos resultados de la liga.  De manera que lo mejor es remitirle al entusiasmo que desbordó el acontecimiento entre los espectadores, sólo comparable al que consiguió el gran maestro y director Rafael Frühbeck de Burgos con motivo de la inauguración del auditorio el pasado septiembre. Así que mi propósito no es otro que el de relatar sensaciones, que para eso están concebidas las artes y de manera especial la música.

Era el último del ciclo anual de conciertos y el programa consiguió llenar el recinto hasta colgar en las taquillas el cartel de «se han agotado las entradas» ―mil trescientos setenta y un asistentes si no conté mal―. Cierto que entre el total de espectadores ha de contemplarse un numeroso grupo de asiduos, con afinidades a músicos y coralistas intervinientes que solemos acudir regularmente y en masa por afición, convicción y devoción.

Comenzaré por decir que no intercambié una sola palabra con mis compañeros de butaca, ―atentos como yo al discurrir de la música― salvo la explosión de entusiasmo verbal que se produjo en el momento del descanso. Porque hasta los espacios vacíos entre intervenciones llenaban el ánimo musical asociando a espectadores con instrumentistas y voces. En la más absoluta quietud y sin estridencia alguna que estorbara la audición, discurrieron las interpretaciones de las obras de Giuseppe Verdi y Richard Wagner, geniales compositores y, a la par, hombres de vida azarosa que en nada enturbió su riqueza creativa. Uno los imaginaba, ―mientras orquesta y coros interpretaban magistralmente sus obras―, en el propósito de vaciar su mente privilegiada para llenar la de millones de personas que, a lo largo de doscientos años han venido disfrutando de este privilegio.


Mejor una audición que mil palabras:


De manera especial los momentos del Coro Nupcial de Wagner (Lohengrin), ―con el que se ha recibido en los templos a millones de futuros matrimonios― y La Obertura de Nabucco de Guiseppe Verdi ―que, tan pronto suenan los primeros compases, suscita emociones en cualquier lugar y ocasión― significaron la culminación de una tarde magistral que alimentó el orgullo de poseer tan espectaculares orquesta y coros en la ciudad. Por otra parte, reconocemos y admiramos el trabajo arduo y entregado de ambos, que atentos a dos geniales batutas merecieron el calor de los más que entusiasmados aplausos y las aclamaciones a la incuestionable bravura de su bien hacer.

Mi sincero reconocimiento a cada uno de los participantes por tan bello espectáculo y, de manera especial, a Javier Castro Villamor y Rodrigo Calzada Peña, batutas de excepción que han conducido ambas agrupaciones a tan brillante colofón.



¡Paso a paso...........!

AGRUPACIÓN CORAL DE CÁMARA "SAN ESTEBAN"




LA CORAL EN MI ÁNIMO

El próximo mes de noviembre se cumplirán treinta y cuatro años que la fortuna me deparó la oportunidad de unirme a un grupo humano repleto de ilusiones, voluntad y entrega para consolidar un proyecto coral. Fue de la mano de quien era ya un acreditado músico burgalés, cuyas manos envolvían las melodías de la música como quien engalana una preciada joya de orfebrería. Éramos compañeros de trabajo en la vida docente y no le resultó difícil incorporarme porque para mí, el cantar en una coral, orfeón o cualquier forma grupal de aficionados era un sueño mil veces aplazado.

Desde aquellos venturosos días en que vi cumplida una de mis más anheladas aspiraciones, he hecho recuento de venturas y descubierto que, no sólo mereció la pena unirme al grupo, sino que en él he aprendido a interpretar el valor de la música coral y las sensibilidades de sus compositores, disfrutado del placer de la amistad, de la recompensa del aplauso, e incluso, con la terapia de un ambiente humano calido y franco, recuperado de las tensiones que le depara a uno el diario vivir.

Pues bien; Juan José Rodríguez Villarroel, aquel generoso amigo que me aupó a las gradas de centenares de conciertos, dejó su batuta, aún caliente, en manos de otro confirmado músico burgalés, César Zumel Vaquero, quien no sólo mantiene la calidez de la dirección recibida sino que está logrando añadir espléndido currículo y valores a los ya conseguidos en la dilatada cadena de éxitos que enorgullecen a la agrupación. El último en el concierto del pasado día veinticuatro con el que concluía el magnífico Pregón de la Semana Santa burgalesa.

Vaya para ambos mi profundo respeto y el más sincero agradecimiento por su bien hacer, entrega y generosidad. Como muestra de mi personal estima, incluyo el breve vídeo de una de las intervenciones a las que añadió su excepcional sensibilidad mi admirado músico Diego Crespo Ibáñez, interpretando piezas de Antonio de Cabezón. Todo ello al amparo de las naves góticas de una de las catedrales más bellas de Europa.
E.G.S.






POR QUÉ ME HICE CORALISTA
Noviembre 1978




Yo conocí a Juan José R. Villarroel el año 1978 en el que se incorporó al equipo de profesores del Colegio Apóstol San Pablo de Burgos que había iniciado su tarea como centro docente de Primaria hacía tres años. Era, por tanto, un espacio en el que todas las iniciativas eran bienvenidas teniendo en cuenta su bisoñez y los muchos afanes de todos por conseguir calidad y eficacia docente.

Los sucesivos años de tarea escolar en común los recuerdo con emoción porque significaron, junto a él y otros excelentes compañeros y compañeras, un importante periodo de mi vida como maestro, empeñados como estábamos todos en sacar adelante un Colegio cargado de incertidumbres. Después de algunos cursos de vida profesional compartida, el destino decidió mi ausencia del centro y Juan fue el encargado de recoger el testigo y asumir las responsabilidades de dirección que yo abandonaba. El tiempo confirmaría que el relevo quedó en las mejores manos.

En los años vividos en común esfuerzo docente, la Coral San Esteban era permanente motivo de conversación en nuestros momentos de asueto y, en ellos, Juan explicaba, con la vehemencia que le caracteriza, sus afanes y proyectos impregnados de un entusiasmo contagioso que yo, proclive a la música coral por afición y convicciones, pronto asumí para caer en las redes de la causa. Tras su amable y calurosa invitación, me incorporé a la Coral sin otro bagaje musical que el de mi osadía y tan privilegiado valedor. No era la mía una aportación valiosa por cuanto mis conocimientos musicales se reducían a distinguir el pentagrama de unas pautas de caligrafía escolar, pero entre él y los magníficos coralistas del momento, que me recibieron con los brazos abiertos, conseguí hacerme un hueco en la siempre discutida e injustamente denostada cuerda de los bajos. A partir de ese momento, una sucesión ininterrumpida de experiencias felices me han hecho bendecir permanentemente la hora en que tomé tal decisión. Y entre todos ellas, la convivencia con gentes tan heterogéneas como encantadoras quizá haya sido, al margen de los indudables valores musicales disfrutados, la mejor recompensa.

            Durante mi presencia como coralista he acuñado una valiosa carga de emociones, gratísimas experiencias, celebradas anécdotas y, por encima de todo, entrañables amigos y amigas que engrosarán siempre mi particular colección de afectos. Con todo ello pretendo mostrar lo que un colectivo, unido por intereses en perfecta armonía, puede hacer para conseguir ese trozo de felicidad que tan escurridiza se nos muestra a menudo.

ZODIAC

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