lunes, 28 de julio de 2014

CATALINA

Hace bastante fresquito por las mañanas, pero el aire está tan limpio que el pedalear, aunque sea superando repechos de poca monta, es un verdadero placer. Hay otro placer añadido que con el tiempo y la frecuencia se convierte en verdadera relación de amistad entre los ciclistas del carril. Pedalear a diario por el mismo recorrido y a la misma hora, se convierte en lugar de reencuentro común para los velocipédicos habituales que coincidimos en el paseo. Al cabo de unos días, la frecuencia y las coincidencias en el trasiego de catalinas* hace que las miradas entre colegas comiencen a contemplarse con simpatía primero, con una sonrisa más tarde y en un saludo cordial definitivo que ya se repite cada día.

Y este es el caso. Todos los días nos reencontramos un colega él para allá y yo de regreso, a todas luces también muy jubilado y pertrechado de la manera más sensata; zapatillas a lo Bahamontes, casco multicolor, gafas RAYBAN polarizadas, chándal hasta la cintura, culote a lo Valverde y guantes con dedos recortados. Sin duda, todo ello para conservar indemne su voluminosa envergadura y, de paso, su dignidad de ciclista convencional. Su bicicleta es una brillante «todoterrenazo» como a sus cinco años la llamaba un sobrino mío.  Lamentablemente mi estampa no cuadra con semejante señorío y la bicicleta que pedaleo es plegable, ruidosa y, para mí, algo pesada cuando cargo con ella camino del trastero.

Hoy, por primera vez, a lo largo de una repetida secuencia semanal de encuentros, hemos decido acompañar a la sonrisa, el «hasta luego» habitual entre conocidos que acaso termine con unas cañas, unos pinchos de chorizo con esquina de pan en el bar de Fuentesblancas y una franca charla entre camaradas. Sentados a la mesa con este aperitivo, iniciaremos sendas tertulias mañaneras para recordar otros tiempos y otras epopeyas y, sobre todo hablar de la crisis, los impudores, de lo jodido perdón por el vocablo pero es lo que se lleva en coloquios semejantesde estos tiempos amorales y, finalmente, de los nietos de cada uno para sellar definitivamente nuestra amistad, porque los nietos son otra cosa.

Así que, como se puede ver, lo del carril bici puede ser algo más que sólo un simple ejercicio físico saludable y provechoso para la salud de cuerpo y alma. 
Catalina

                                                                                     
                                                                                                                                               Ontillera
      

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