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sábado, 8 de octubre de 2011

EL COSCORRÓN

Ahí andaba yo con mis dos aficiones a cuestas; la bicicleta y mi cámara digital en ristre. La primera es una especie de recuperación nostálgica de los pasatiempos de la niñez y la segunda un afán por el coleccionismo de imágenes. En este caso imágenes ciudadanas del Burgos moderno con destino a la tercera de mis pasiones; la fotografía.
Ni que decir tiene que todas ellas configuran el tiempo libre que mi condición de jubilado me permite y aconseja: “poca cama, poco plato y mucho zapato” (en este caso y como alternativa, mucho pedal).
Pues eso, que andaba yo bordeando el campus de la Universidad camino del encuentro con novedades de cinco plantas en los edificios que configuran la mayor parte de los bloques de la zona. Y llegué a la calle Complutense con el afán de unir un nuevo cromo callejero a mi ya espléndido álbum ciudadano.
Se me tiene dicho en el ámbito familiar, entre cuitas y prevenciones, que sea prudente con el velocípedo y que mire siempre hacia adelante. Ello después de haberme peleado días antes con una farola por mirar al suelo, en mala hora situada en mi camino. 
Pues bien, yo había guipado una coqueta plazuela bordeada de edificios, prestos para recibir mis disparos digitales, y en ella puse mis ojos y mi afán. Pero no miré al suelo en el que estaba agazapado el traidor y allí caí en la trampa. El resultado se puede suponer: rodilla, codo, dolor en el costado, susto y reprimenda por no mirar al suelo. Al poco, y acaso alarmadas por el estrépito, acudieron presurosas tres personas para interesarse por mi estado. Agradecido y, entre dolorido y estoico para no alarmarles, me levanté, a duras penas hice mis fotos de la placita y seguí mi camino. Afortunadamente, en esta ocasión no hubo frasco de alcohol que era en mi niñez el encargado de penalizar peripecias como esta.  
Supongo que alguien mi dirá que por la acera no debo pedalear y tiene razón, pero en este caso creo que yo era el único mortal que osaba hollar cada palmo de aquel amplio espacio y a una velocidad de prueba de lentitud. El único riesgo posible lo acabo de relatar y confirmo con la imagen siguiente. Obviamente, sólo está la bicicleta porque la foto la hizo el protagonista que es quien esto escribe sin ningún rencor y una propuesta; que se cubra cuanto antes el hueco traidor porque el riesgo es el mismo si alguien lleva el móvil en la oreja y la mente enfrascada en el diálogo .

 

Nota.- Según informaciones “probablemente tendenciosas”, me aseguran que la rejilla ausente quizá se halle reconvertida en alguna bodega como soporte estoico de chuletillas de lechazo y otras delicias de origen porcino asadas a la "parrilla urbana".

21-06-2011 a las  11,42 horas

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