Sí que es cierto que algunas recetas educativas al uso, aunque bastante discutibles en cuanto a eficacia, quizá hubieran podido empañar mi sosiego infantil si la realidad no las hubiera desautorizado. Me refiero a la costumbre generalizada de amedrentar a los más pequeños de entonces con chantajes ligados a las maldades del «Sacamantecas», «El Hombre del Saco», «Camuñas» o «El Coco» cuando contrariábamos a los mayores. Como es obvio, ninguno de estos personajes jamás llegó a hacer acto de presencia en la villa, y aunque algunas veces aparecía un famoso limosnero con saco al hombro, su semblante risueño y bonachón y sus ademanes reposados, lejos de atemorizarnos nos estimulaban a la simpatía y al respeto. Se llamaba Paulino y siempre hacía gala de buen humor y compostura. Jamás usaba términos soeces y su buen talante y paciencia para dejarse observar le hacían objeto de atracción y estima por parte de toda la chiquillería. Incluso había compuesto una canción referida a sí mismo que nos cantaba sonriente y con la que declaraba su condición de trotamundos feliz:
«Con las chátaras de Paulino
Han hecho un camión sin ruedas
Para que vaya Paulino
Recorriendo los caminos…»
Hola:
ResponderEliminarNo viene mua al caso pero recuerdo otro dicho que decía: "Chiguito: que te meto un brazo por una manga...".
A mi me infundía pavor pensar en tal suplicio y aún hoy lo recuerdo como una advertencia de peligro inminente.
Saliudos