viernes, 20 de diciembre de 2013

PETARDOS



Algunas perplejidades lleva uno acumulando a propósito de la tolerancia y sus peculiares interpretaciones. Nada que objetar al desenfadado uso de explosivos que configuran la Navidad, hace ya algunas décadas, porque sencillamente no hay prohibición que lo impida ni valiente que se atreva a regularlo. De tal manera que hasta los canes suspiran porque llegue la cuesta de enero y con ella se acaben los euros para el derroche y los fogonazos para el pánico.

Viene a cuento el tema porque, con la mejor intención de añadir calor musical  al calor humano que se respira en la calle, hay un huequecito para la costumbre más enraizada y menos estruendosa que permite a los nostálgicos de las tradiciones el disfrute sin riesgos de los cánticos navideños en la vía pública.

Como iniciativa del Ayuntamiento, todos los años por estas fechas, hay colectivos que dedican su bien hacer  musical interpretando antiguos villancicos que suscitan emociones, entre añoranzas y recuerdos familiares vividos antaño al calor del hogar. Son grupos corales que ponen todo el  afán en dedicar unos minutos de su tiempo y afición para colorear con sus voces la  iluminación navideña de calles y plazas.

Sólo hay un algo indescifrable que no parece competir serenamente con tanta luz y color y que salpica el aire festivo con detonaciones, a veces tan estruendosas, que más parecen violencia desatada que argumentos para estimular al jolgorio.

Así estábamos algunos disfrutando a duras penas del canto rodeados por el alevoso que, a pocos metros del estrado, explotaba sus petardos desafinando tonos, compases, melodías y temples.El corro lo conformaban un nutrido grupo de varones a todas luces “quinceañeros”, con alguna presencia femenina, convertidos todos en acólitos del dinamitero que parecía ser el líder recompensado con carcajadas de sus divertidos "acólitos". Lo cierto es que, aunque nosotros lo pasamos bastante incómodos e irritados, ellos parecieron disfrutar de lo lindo con su hazaña. Hasta ahí, miel sobre hojuelas aunque mal repartida como queda dicho. 

Terminó nuestra intervención y se suspendieron los estampidos hasta que subió al estrado el siguiente grupo. Con las armonías de los nuevos cantores, se recrudecieron los petardos, el ruido y el enfado, esta vez del público deseoso de disfrutar del concierto en paz aunque tan  deslealmente acosado. Dos señoras intentaron sugerir un poco de cordura a los adolescentes y el resultado no pudo ser más desolador porque, estimulada la vis saboteadora, la secuencia de estampidos se hizo ahora más acelerada entre insolencias y malos modos. Alguien intentó de nuevo atemperar al “dinamitero” con argumentos de la “LOGSE” bienaventurada (tolerancia, buenos modos, argumentos democráticos, solidaridad, respeto mutuo y otras sensateces al caso…) y el estrépito de las explosiones se hizo más poderoso tan pronto el ingenuo terminó su propósito conciliador, salpicado de risas, burlas y descaros,  mientras rezongaba un exabrupto de impotencia...
Al fin y al cabo "son chicos...." ¿?


28-diciembre-2012

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