13 y martes
Hoy la bicicleta y yo nos hemos caído «al alimón». Tampoco se alarme nadie porque esta caída, además de compartida, ha
sido solo una broma del subconsciente. Y como siempre hay un porqué por
el que comienza un lance vital, voy a explicar el mío.
La contemplación admirada de un perro
jubiloso, de estampa armoniosa y mirada alegre, no se si es, en mi caso, un
signo de debilidad o una estimulante alternativa al desencanto. Lo cierto es
que me producen una sensación de placidez y encanto las acrobacias y carreras
de estos cánidos, capaces de las más espectaculares cabriolas y de la más
atractiva y sumisa de las respuestas cuando se les somete a la muestra de sus
habilidades, aprendidas pacientemente de sus dueños. Nada que ver con la
alocada carrera en busca de nuestras pantorrillas cuando los perros de mi
infancia ante nuestra presencia, pedaleando o corriendo, eran siempre un mal
sueño temido y rechazado.
Sin embargo, a estas alturas en
situación de «jubilado ocioso», estoy
viviendo los más fascinantes y hermosos valores de este amigo incondicional del
hombre, a través de múltiples presentaciones en videos o secuencias diarias en
vivo. Y mis reacciones han cambiado para bien y, de qué modo; porque, sujetos o
no a la correa, los canes retozando alegres sobre las márgenes verdes paralelas
al carril bici que frecuento, son para mí el mayor deleite.
Hoy ha sido una perrita «carea
castellana»; de atractiva presencia, negra, de pelo rizado, carreras y saltos
incansables y mirada vivaz la que me ha encandilado desde la distancia. A
medida que me aproximaba a sus jugueteos en la hierba, mi ojo imprudente ha
seguido sus devaneos y, el cerebro, ajeno a mi insistencia en perseguirla con
la mirada, me ha aproximado en exceso a los bordes del carril y, malamente
superado, la bicicleta y yo hemos aterrizado sobre el césped.
Arrastrarme sobre el suelo siempre ha
sido una disposición que he puesto al servicio de mis nietos, pero enderezar mi
figura ha sido y es harina de otro costal. Y como sigo pensando que la bondad y
la solidaridad son parejas y abundantes,
de inmediato han acudido amo y can para confirmarlo y echarme una mano; el
muchacho, amable, solícito y consolador me ha enderezado la humanidad, la
dignidad y la bicicleta; porque su mirada consoladora ha querido ir más allá de
su ayuda física y me ha asegurado que tampoco él se ha librado de algún
percance semejante en bicicleta. Y el perro, con la cabeza ladeada y sentado
ante mí sobre las patas y porque así lo he querido interpretar en su mirada compasiva,
me ha preguntado por el resultado de mi estropicio. —No me ha pasado nada, le
han contestado mis ojos. Si acaso, la destreza herida.
Mil gracias para dos amigos
desconocidos que me han proporcionado, una vez más, el rescate de la confianza
en ambas especies.
Se me olvidaba; hoy es martes y trece.
Espero que el lance no haya tenido nada que ver con supersticiones ni
veleidades de horóscopo, porque en mi casa siempre hubo un gato negro azabache
y, aunque salvando sus diferencias de talante con los canes, siempre fuimos muy
buenos amigos.
De manera que por muchos martes que
aparezcan colgados de un 13 en el calendario, si el vigor y los años me lo
permiten nunca dejaré de pedalear por el carril, especialmente sabiendo que
siempre habrá algún perro con quien disfrutar.
2017, junio, martes y 13
egs
Para conocer más sobre este magnífico perro pastor, pinchar en este enlace:
http://www.perrocareacastellano.com/caracteristicas-1/caracter/
Te falta un último escalón en tus afectos por el "amigo incondicional del hombre": llevarte uno a casa, con permiso de Mari.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Otra cosa:¿Se dice "al alirón" o "al alimón"?
ResponderEliminarHace tiempo que no utilizo esta expresión pero recuerdo "al alimón".
Saludos.