Uno sabe de oídas que el esturión es ―para su desdicha― portador de una de esas exquisiteces gastronómicas que resulta difícil encontrar en la pescadería del barrio. Sin embargo, todo el mundo sabe que se trata de las huevas de este pez y que hasta en el Quijote hay una referencia a tan apetitoso bocado:
«Tendiéronse en el
suelo, y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal,
cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que si no se dejaban
mascar, no defendían el ser chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que
dicen que se llama caviar y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de
la *colambre.»
Sin embargo, no es de tan raro condumio del que quiero hablar, sino de la grata experiencia
que se ha vivido esta mañana en Burgos a propósito del más castizo y exquisito
de los sabores de la tierra. Hablar de la morcilla, el lechazo, el queso o el
ribera es tan típico como estimulante a la hora de trasegar unos jarros de
tinto en la bodega, en torno a la mesa familiar o al más estrellado de los
restaurante locales.
De todos estos
placeres de «gourmet a la burgalesa» hoy le ha tocado a la morcilla ser la estrella.
Este exquisito, espectacular y ancestral embutido burgalés por excelencia, ha
sido el protagonista de la hazaña que, un numeroso grupo de esforzados cocineros
han conseguido convertir en noticia; ciento setenta y cinco metros de morcilla
han salido del vientre de una descomunal caldera en la que, pacientemente se ha
cocinado con el mismo cariño y respeto que siempre ha merecido su proceso.
Ignoro si ―como mi
madre solía hacer― han incluido algunas monedas de cobre en el fondo, para
garantizar no se qué; o si han añadido más leñas al fuego, como era mi deber de
pinche arrimándolas a la trébede que sustentaba la pequeña caldera de cobre, ―hoy
orgulloso adorno en el pasillo familiar―; tampoco sé qué ha pasado con el calducho
sobrante, ―según los expertos parece que este caldibaldo hubiera dado al traste
con el propósito de la empresa―…
Porque la intención era
superar el límite de longitud establecido en otra propuesta similar, para una
vez rebasada esta, figurar en el archifamoso GUINESS WORLD RECORDS 2013. Y se
ha conseguido con la ayuda de centenares de burgaleses; unos en el meollo
principal de la cocina; otros como voluntarios para llevar a cabo la paciente y
peligrosa ubicación del embutido culminado ―un corte inoportuno hubiera dado al
traste con la perfección del trabajo―; y, visto y aprobado ante notario el dato
de la extensión de la gigantesca morcilla, todos los presentes, hemos
participado de la pitanza y dado fe de que, efectivamente, el interior era algo
tan delicioso como puedan serlo las huevas del esturión del Caspio. Eso sí, este
a la castellana.
Enhorabuena a todos:
Asociación de Fabricantes de Morcilla, cocineros, locutor, voluntarios ―por
encima de cuatrocientos―, y a los comensales que han sido capaces de agotar los
vales de tapa y caña con lo que se ha cumplido el doble propósito de superar el récord y aportar ayuda económica a tan entrañables instituciones como son Cruz
Roja y Aspanias locales.
Cordialmente
Eduardo García Saiz
Excelente entrada, papá. Y qué envidia....
ResponderEliminarEn el Diario de Burgos, "se han comido" la cita textual del Quijote. Se supone que al ver las fotos del evento les entró el hambre.
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