Tercera jornada de las fiestas patronales y
Villadiego amanece un día más bajo el hermoso paraguas azul del cielo
castellano. Un sol espléndido ilumina cada rincón de la villa con la promesa de
otra fecha para el recuerdo. La Puerta Norte sigue abierta asegurando a los
visitantes un abrazo acogedor para quien tenga el propósito de disfrutar de la
hospitalidad de la villa. Centro comarcal de una amplia zona de influencia,
Villadiego siempre ha representado un hito y lugar de convocatoria festiva
coincidiendo con el final de las tareas agrícolas de recolección.
Hoy me he levantado con los luminosos rayos de sol
que se colaban estimulantes entre los cuartillos de mi ventana y, después de
rapar las barbas y remojar el cuerpo y el alma bajo el agua de la ducha, he
cargado mis bártulos de humilde aficionado a la fotografía y he salido de
safari.
He querido mirar una vez más a la villa que me vio
nacer desde las pocas alturas que la circundan. Y, desde el Alto la Riba,
aunque los árboles no me dejaban admirar el bosque urbano al completo, he
podido imaginar, como el Diablo Cojuelo, las imágenes de mis paisanos rendidos
a la trasnochada de unas fiestas para las que no encuentro mejor elogio que
memorables.
Aún quedaban sobre tejados y miradores las tonadas
meridionales del último evento que, ayer, llenó la Plaza Mayor de belleza, luz,
color y emociones flamencas. Y en el aire limpio de la mañana han desfilado
sobre tejados y balconadas, los desfiles de carrozas repartiendo arte y
delirio; la alegría de las peñas multicolores, entregadas al placer de
estimular a la fiesta y al buen humor; las celebraciones litúrgicas dedicadas a
la Virgen y el buen San Roque quien por una vez en el año recorre la villa para
bendecir vidas y sueños; la espectacular belleza de la Corte de Reinas, cuya
apostura y dignidad han llenado de honores a la villa y asombro a propios y
extraños; las alegres dianas y los conciertos magistrales a cargo de la
Asociación Musical de Villadiego; el vermú del medio día; el buen yantar de una
tierra que conserva los valores culinarios ancestrales, con especial devoción
del cordero asado al estilo Villadiego, las jijas y la morcilla; el sol y
sombra de la sobremesa y las cañas frescas de la tarde; los Fuegos Artificiales
llenando de asombro y color los ánimos y la noche; los bailes, las corridas de
toros, las verbenas, los conciertos de guitarra y música coral en el flamante
Auditorio «Príncipe Felipe» y de órgano en el templo de Santa María; las exposiciones
en Museos y templo de Santa María…
Finalmente, he revivido la emoción de los numerosos
reencuentros entre amigos; siete decenas largas de años coleccionamos todos ya,
y los recuerdos de otras fiestas y otras venturas nos han unido en el amor a la
tierra que nos vio nacer y corretear para convertirnos después en hombres de
provecho como era el propósito universal de todas las familias.
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