UN RESCATE CON CORAZÓN
«UNA»
La perrita apenas tiene una
decena de meses y, mal que bien, ha sobrevivido a una lamentable experiencia de
abandono que, afortunadamente, ha terminado en el mejor de los desenlaces.
Recogida por quien había descubierto su desamparo y deseaba recuperarla,
terminó en las manos de quien, ante la presencia del lamentable deterioro que
mostraba el animal, puso los ojos y el corazón en tanto infortunio y un impulso
de ternura la empujo a decidir que la imagen desoladora de aquel cuerpecito
destrozado sería su inmediato empeño recuperador. Así es como la perrita fue
acogida en casa de mi amiga Elena y, en ella, con los cuidados sanitarios y el
cariño que el animal ha recibido a manos llenas, disfruta de las ansias del
vivir y se ha recuperado de tanto quebrando. El tiempo y las atenciones
veterinarias juegan a favor de ambos y el animal restablecido se convierte en
la compañera incuestionable de quien, cuando gira la llave de la puerta de
regreso al hogar, disfruta a diario de la más espontánea y cariñosa de las
bienvenidas. Siempre con la alegría habitual y el espectacular patinazo por el
pasillo de la vivienda, aparece a la puerta con la mirada y el alma puestas en
su protectora a la que muestra su vigor restablecido, las evidentes muestras de
cariño y la incuestionable fidelidad.
En los momentos de libertad a
pleno pulmón, corretea de un lado para otro como para agradecer la vida que le
ha sido rescatada. Hasta que aparecen revoloteando los ánades que frecuentan el
río y se convierten en su objetivo lúdico por excelencia. Corre y casi vuela
tras ellas y tal parece que unas y otra hayan establecido un pacto de no
agresión, porque ni ellos parecen concederle relevancia alguna ni ella consigue
otra cosa que mostrar su fogosidad restablecida.
Sin embargo su condición de
cazadora atávica, no le abandona nunca y ello ha permitido demostrar que lo que
viene en los genes no siempre se puede combatir con disciplina. Porque,
efectivamente, aun siendo obediente hubo ocasión en que campó tan libre y
estimulada por sus impulsos cazadores
que remató una correría en libertad y a campo abierto, con la captura de un
conejo con el que apareció atrapado entre sus dientes. La perplejidad producida
con semejante proeza fue tan inesperada como sorprendente y, es probable que la
perrita, coleando orgullosa de su habilidad, mostrara su mirada inquisidora
ante el regocijo y la sorpresa de quienes la contemplaban con asombro, como a
la espera de un veredicto y una palmadita en el lomo.
Una ya es un ser capaz de aceptar
buenas maneras sin perder nunca su condición atávica de animal avisado. En
alguna ocasión, cuando sus trastornos digestivos se le hacen especialmente
agudos ―con absoluta discreción y en el momento adecuado― acude a la
automedicación y resuelve sus problemas sin encomendarse a consultas
veterinarias previas. Y es una planta que adorna el cuarto de estar,
previamente seleccionada de entre varias, la que termina en sus fauces dejando
descabezado al tiesto y, en poco tiempo, repuesto el vientre. Tampoco es
agobiante y mucho menos escandalosa. Experta en gastronomía canina, cada vez
que vuelve de sus paseos diarios, acude de inmediato a la cocina con la
intención de comprobar lo que se guisa en las sartenes. Parece que ese
movimiento culinario la inclina a pensar en la
dieta canina que pronto va a recibir.
Y esta es la pequeña historia de
un animal que, amparado con los valores humanos de la generosidad y el cariño,
ha generado la admiración y respeto de quienes conocemos el saber hacer y la
generosidad que es principio de nuestra amiga Elena.
Burgos 29 noviembre 2015
E.G.S.
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