Albergue de peregrinos situado en la calle Fernán González de Burgos
Es el segundo día de la temporada en el que
dedico mi pedaleo por el carril bici, agradeciendo al sol su estímulo para recuperar algunos centímetros de mi agobiado cinturón.
Así caminaba felizmente cuando la presencia de
un peregrino de aspecto venerable, cargado con una discreta mochila a la
espalda, se paró ante mí para pedir información. La mirada azul en el rostro tostado por el aire y el sol del camino; la espesa y cuidada barba blanca que
le acredita dignidad; el sombrero gris anudado al cuello y la indiscutible
estampa de peregrino bien pertrechado, le convierten en un interlocutor
amable después de dirigirse a mi en inglés. Camina erguido y en su imagen se
adivina decisión y empeño. Necesita ayuda para situarse en el centro de la
ciudad ―estamos en la avenida de Castilla y León― y sin duda localizar algún
albergue en el que poder descansar.
En estas estamos ambos, yo tratando de
responder a su pregunta y él de escuchar mi orientación, al tiempo que un peatón
próximo a nuestro coloquio, se nos ha acercado para interrumpir y responder a
la pregunta ―que ha deducido más que escuchado― en términos de «espanglish
macarrónico»; ―vaya usted a Street Fernán González, repite una y otra vez con
machacona insistencia. El peregrino se muestra confuso y yo perplejo porque ni
él ni yo contábamos con semejante irrupción. Es obvio que el propósito del
hombre es situar al peregrino en la más
que famosa calle, entre quienes como él acuden a diario para hallar acogida
en el albergue allí abierto. Así que, admitida su bienintencionada
aportación y destruida mi oportunidad de una breve y serena charla con el hombre,
al fin, me atrevo a interrumpir y decirle lo más adecuado que se me ocurre para
aproximarle al anhelado destino.
Con el mejor de mis gestos amables y el deseo
de que disfrute de un buen camino, le digo ―«Go straight and after ten minutes ask
someone else»
(siga hacia delante y diez minutos más tarde pregunte a alguien de nuevo) al
tiempo que alargo mi brazo derecho en la dirección sugerida.
Inmediatamente, nuestro héroe reemprende el
camino y yo sigo lamentando entre mis adentros la interrupción de mi empeño
coloquial y el recuerdo de los casi veinte años en contacto académico y docente para enseñar inglés a los chicos que, sin ellos saberlo, han sido mis
mejores profesores de inglés gracias a sus afanes por aprenderlo.
EGS
14-04-2015
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