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jueves, 15 de junio de 2017

TRECE Y MARTES




13 y martes

Hoy la bicicleta y yo nos hemos caído «al alimón». Tampoco se alarme nadie porque esta caída, además de compartida, ha sido solo una broma del subconsciente. Y como siempre hay un porqué por el que comienza un lance vital, voy a explicar el mío.
La contemplación admirada de un perro jubiloso, de estampa armoniosa y mirada alegre, no se si es, en mi caso, un signo de debilidad o una estimulante alternativa al desencanto. Lo cierto es que me producen una sensación de placidez y encanto las acrobacias y carreras de estos cánidos, capaces de las más espectaculares cabriolas y de la más atractiva y sumisa de las respuestas cuando se les somete a la muestra de sus habilidades, aprendidas pacientemente de sus dueños. Nada que ver con la alocada carrera en busca de nuestras pantorrillas cuando los perros de mi infancia ante nuestra presencia, pedaleando o corriendo, eran siempre un mal sueño temido y rechazado.
Sin embargo, a estas alturas en situación de  «jubilado ocioso», estoy viviendo los más fascinantes y hermosos valores de este amigo incondicional del hombre, a través de múltiples presentaciones en videos o secuencias diarias en vivo. Y mis reacciones han cambiado para bien y, de qué modo; porque, sujetos o no a la correa, los canes retozando alegres sobre las márgenes verdes paralelas al carril bici que frecuento, son para mí el mayor deleite.
Hoy ha sido una perrita «carea castellana»; de atractiva presencia, negra, de pelo rizado, carreras y saltos incansables y mirada vivaz la que me ha encandilado desde la distancia. A medida que me aproximaba a sus jugueteos en la hierba, mi ojo imprudente ha seguido sus devaneos y, el cerebro, ajeno a mi insistencia en perseguirla con la mirada, me ha aproximado en exceso a los bordes del carril y, malamente superado, la bicicleta y yo hemos aterrizado sobre el césped.
Arrastrarme sobre el suelo siempre ha sido una disposición que he puesto al servicio de mis nietos, pero enderezar mi figura ha sido y es harina de otro costal. Y como sigo pensando que la bondad y la solidaridad son  parejas y abundantes, de inmediato han acudido amo y can para confirmarlo y echarme una mano; el muchacho, amable, solícito y consolador me ha enderezado la humanidad, la dignidad y la bicicleta; porque su mirada consoladora ha querido ir más allá de su ayuda física y me ha asegurado que tampoco él se ha librado de algún percance semejante en bicicleta. Y el perro, con la cabeza ladeada y sentado ante mí sobre las patas y porque así lo he querido interpretar en su mirada compasiva, me ha preguntado por el resultado de mi estropicio. —No me ha pasado nada, le han contestado mis ojos. Si acaso, la destreza herida.
Mil gracias para dos amigos desconocidos que me han proporcionado, una vez más, el rescate de la confianza en ambas especies.
Se me olvidaba; hoy es martes y trece. Espero que el lance no haya tenido nada que ver con supersticiones ni veleidades de horóscopo, porque en mi casa siempre hubo un gato negro azabache y, aunque salvando sus diferencias de talante con los canes, siempre fuimos muy buenos amigos.
De manera que por muchos martes que aparezcan colgados de un 13 en el calendario, si el vigor y los años me lo permiten nunca dejaré de pedalear por el carril, especialmente sabiendo que siempre habrá algún perro con quien disfrutar. 


2017, junio, martes y 13

egs






 Para conocer más sobre este magnífico perro pastor, pinchar en este enlace:
http://www.perrocareacastellano.com/caracteristicas-1/caracter/

2 comentarios:

  1. Te falta un último escalón en tus afectos por el "amigo incondicional del hombre": llevarte uno a casa, con permiso de Mari.

    Saludos cordiales.

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  2. Otra cosa:¿Se dice "al alirón" o "al alimón"?
    Hace tiempo que no utilizo esta expresión pero recuerdo "al alimón".

    Saludos.

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