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viernes, 28 de marzo de 2014

DE PRESENTACIONES Y MELODÍAS

Tengo uno de mis contactos «internéticos» ―no preciso el sexo por razones de discreción ladina― que me tiene sumido entre la inquietud y la euforia con el envío puntual de un abanico de archivos que van, desde el más grave de los peligros patológicos que me acechan por doquier, hasta el más hermoso porvenir que me garantizará longevidad si cuido mi ingesta diaria o practico un breve rosario de ejercicios mañaneros de yoga.

Incluso me previene para ser cuidadoso con mi conducta mundana para caminar por la vida henchido de virtudes morales, cuando no me regala con decenas de prácticas sociales para convertir mi paso por este descalabrado mundo en paz y sosiego.

Últimamente está también revitalizando mis nostalgias con recuerdos de otras épocas, vividas entre penurias y algunos mandobles escolares― aludiendo a diversiones infantiles de riesgo y rudezas higiénicas. Gracias a estos últimos envíos, voy descubriendo lo felices que éramos los chicos en aquellos años de posguerra, jugando al burro, al marro, el aro o la peonza  y los descomunales batacazos que nos dábamos con la bicicleta o el patín tan artesano como inseguro y que invariablemente terminaban con el temido alcohol en las rodillas.

Ni que decir tiene que estas últimas aportaciones son las más eficaces para que, longevos y no tanto, cometan alguna torpeza tratando de emular aquellas hazañas infantiles. Porque, amigos, tengo para mi que poseen la voluntad más clara que el cacumen y terminan una carrera de cien metros con palpitaciones y espasmos, cuando no con una luxación de tobillo o un codo en cabestrillo.

Hay otros envíos que, estos sí, son de mi especial agrado porque en ellos me muestran imágenes de lo que es la más apreciada de mis aficiones cuando tengo una cámara en ristre. Fotografías espectaculares, en ocasiones un tanto veladas por la torpeza del manipulador de la muestra que consiguen situarme, desde las alturas del Machu Pichu peruano hasta las estaciones del metro moscovita pasando por las Alpujarras andaluzas. Además del placer de la belleza mostrada, vienen con el aliño de placenteras melodías que le trasladan a uno, desde los ensueños musicales de Euterpe hasta las celebradas melodías de los Beatles, en un apresurado espacio de seis minutos.



Imágenes de Google

Es posible que alguien piense, a la vista de este recuento de mensajes entre educativos y lúdicos, que repruebo semejantes conductas cuando lo que me sucede es todo lo contrario. Porque descubro que, como se dice en algunos de ellos, son el recuerdo personal de un amigo de especial estima. De manera que si algo tengo que objetar, es que cuiden sus afanes y eviten, siempre que sea posible, duplicarlos o triplicarlos, porque tengo la manía de abrir siempre todo lo que me mandan y, al cabo de setenta años largos de vida, el tiempo se me agota y lo necesito, por ejemplo, para mejorar mi dominio del solfeo que ya es hora. 

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