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martes, 24 de abril de 2012

ESSEX STREET

(Domingo 08-04-2012)


Hoy hemos acudido al templo en el que un sacerdote, de talla generosa y aspecto venerable, ha presidido la celebración. Para completar la ceremonia, la voz de una mujer de mediana edad, situada en el ambón, ha contribuido a que la misa haya sido una solemnísima celebración. Porque ha sido tan agradable el deleite de escuchar su espléndida voz, que me he quedado absorto ante tan armoniosa presencia. Lamento confirmar que, entre los ecos de la megafonía, malamente colaboradora, y el inglés de nivel «very advanced» y «a ritmo de correcaminos» del sacerdote, mi devoción ha pasado a segundo plano ya que sólo la melodía, acompañada por un órgano espléndido, ha conseguido mantenerme a flote.







No he contado aún el resultado de mis inmersiones lingüísticas por razones obvias de inmodestia pero mi propósito de poner en rodaje mi inglés «standard» de libro y nivel me está deparando las mejores experiencias. Incluso ha desbordado hasta extremos insospechados mi habitual sentido del ridículo. No sé si es que he aparcado definitivamente la timidez o recuperado la vena docente, pero lo cierto es que me arremango a la primera de cambio y estoy en la mejor situación para coleccionar diálogos y amigos. Con esta premisa, al salir del templo he tenido en la mente la idea de entrevistarme con la soprano y contratarla de por vida para nuestra Coral burgalesa. Semejante propósito y los temores que provoco en mi gente cada vez que me acerco a enhebrar la aguja con cualquier gringo, han sido el conato que a punto ha estado de excluirme de la mesa y mantel en la comida de pascua. Así que, prudentemente, he renunciado a tan descabellado propósito.

Hay una panadería artesanal que es en nuestros alrededores la única referencia para adquirir pan, pan como Dios manda. En ella trabaja una muchacha que al conocer mis orígenes celtíberos ha querido practicar conmigo algunos pinitos coloquiales en español. Y lo ha hecho con una soltura de «guiri» de Arkansas que me ha dejado boquiabierto. Especialmente porque su acento andaluz me ha servido para confirmar las vacaciones de un mes que disfrutó en Sevilla. Así que ella en español castizo y yo en inglés de curso acelerado hemos disfrutado de lo lindo delante de hogazas y baguetes. Al final nos hemos prometido nuevas prácticas y mutuas correcciones siempre que su tiempo de panadera lo permita porque el mío de «retired» está garantizado.

Después de esta breve e «intensa» práctica lingüística, hemos deambulado en familia por los espacios más nobles y transitados de la ciudad. Especialmente por la «Essex Street», una larga calle peatonal que es en donde se halla la mayor parte de la oferta comercial de todo tipo. Incluida la dedicada a la singularidad local vinculada con los procesos por brujería que aquí tuvieron lugar en 1692. Relato éste al que dedicaré un resumen próximamente.

En está calle también se halla el «Pibody Essex Museum», magnífica y variada muestra de objetos procedentes de la costa noroeste de América, Asia, África, Oceanía, India y otros países. El Museo se fundó en 1799 por la «East India Marine Society», una organización de capitanes de Salem y sobrecargos que habían navegado más allá del Cabo de Buena Esperanza o el Cabo de Hornos. De aquí la singularidad de la muestra que aporta objetos de muy diverso origen y contenido cultural. Incluso una vivienda rural típica china desmontada de su ubicación original y trasladada íntegramente al museo.

Hay muchas más cosas en esta calle que incluyen tiendas de antigüedades, ropas, disfraces, calzados, librerías, souvenir, pastelerías y heladerías y, desde luego, una extensa oferta de objetos y máscaras para el estímulo del terror. Es también la calle en la que se celebra multitudinariamente la fiesta de Halloween en la que participan gran número de ciudadanos procedentes de muchos estados de la Unión venidos expresamente con ese motivo.

Finalizado el recorrido con algunas compras para el recuerdo, regresamos a casa y disfrutamos de la comida de Pascua, eso sí, esta vez a la más enraizada costumbre americana.

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