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domingo, 5 de marzo de 2017

LO QUE ES LA LIMPIEZA



           

He decidido inaugurar esta sección porque la cosa da para mucho. La pasada semana, por ejemplo, me demostró hasta que punto los afanes de pulcritud pueden provocar efectos colaterales imprevisibles. Y estos son los hechos que dan lugar a este aserto:

Mi ruta de aquel día estaba planificada con dirección a Villimar. Hasta allí conduce un magnífico carril-bici para ciclistas conservadores como es mi caso; muchas rectas, pocas curvas y desde luego ningún repecho.

Delante de mí, observo la magnífica estampa de un colega cicloturista, impecablemente vestido ―casco esmaltado, brillante sudadera, malla de campeón y zapatillas gore-tex de corredor avezado―. Sólo una mácula en la bicicleta y es que las llantas de ambas ruedas están cubiertas con muestras polvorientas de pedaladas más rurales. Pero aquí está la solución para nuestro amigo porque junto al carril se extiende el verdor de los setos recién empapados que le invitan a liberar la suciedad de las ruedas.

Abandona el carril e invade el césped. Pedalea parsimonioso pensando que la humedad eliminará el polvo acumulado. Pero el césped clama venganza por semejante intrusión y le esconde bajo la espesa hierba un traidor calvero que rezuma humedad y barro. Ignorante de semejante trama, y después de un breve rodar, nuestro ya alarmado ciclista descubre que, en donde había polvo, ahora hay barro y, peor aún, una pella de origen canino recién descargada se une a la venganza del calvero. Ambas ruedas, entre fangosas y fétidas, presentan ahora un aspecto deplorable y decide recuperar el carril.

Sobre el firme, sacude las ruedas con inusitado ímpetu para liberarlas de la carga, pero apenas consigue su propósito. Y es ahora la cadena la que se resiente de semejante violencia desprendiéndose de la rueda catalina. Ahora nuestro hombre tiene tres enemigos a batir; el barro, las heces del can y la grasa de la cadena en sus manos. No es posible acumular tanta desdicha en tan pocos minutos y después de lanzar algunos exabruptos decide darse por vencido. Monta sobre su máquina para regresar por donde ha venido y, paralelos a su rodar, se unen ladrando dos chuchos minúsculos, quizá atraídos por la estela de los “efluvios” rodantes, dispuestos a completar la más que rebasada exasperación que lleva el muchacho encima.

1 comentario:

  1. Hola:

    Conocía de primera mano esta historia con moraleja pues me la contaste entre risas hace un tiempo, si no me equivico. Un abrazo.

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